El relato "Goethe se muere", de Thomas Bernhard, sirvió de palanca a Ricardo Menéndez Salmón para abrir la vorágine de reflexiones que compartió con los oyentes que abarrotaban el Aula Magna del edificio histórico de la Universidad de Oviedo, donde acudió invitado por la Cátedra Emilio Alarcos Llorach. En el relato, la diferencia en una letra en un término en alemán cambia las últimas palabras de Goethe, su última sensación: el "más luz" que ha pasado por ser su frase final, se transformaría, así, en "más nada".

Somos como pescadores, reflexionaría Menéndez Salmón a continuación, con una red entre cuyos hilos se cuelan los peces más pequeños, acaso también los más jugosos. Del mismo modo, es difícil plasmar todo el fondo de las reflexiones que vertió el escritor, que deleitó a los asistentes con una ponencia, "Locura, iluminación, escritura", que tenía mucho de ensayo. Un texto adornado, además, con la rica prosa que distingue al autor.

"La escritura desempeña un papel francamente libertador", afirmó Menéndez Salmón, que radiografió cinco formas en las que se cumple ese papel: la abolición del tiempo, la elucidación del yo, la superación de la finitud, la constatación del talento y la destrucción del prejuicio.

Antes de seguir, un inciso. Una prolepsis, de hecho: llegado el turno de preguntas, Antonio Masip tanteó a Menéndez Salmón sobre el repunte de la censura, que ha golpeado a obras de diversos autores, de Céline a Nabokov, en los últimos tiempos. "La censura dura lo que dura, las obras de arte hallan su manera de escapar a cualquier coyuntura. Aunque prohibir 'Lolita'... Es incluso mojigato que desde la perspectiva de 2018 nos pueda escandalizar por su misoginia", reflexionó el escritor.

Retornando a la charla, a ese falso tiempo presente de la ponencia, el propio Céline se encadenaba a DeLillo o Foucault en la reflexión que, como una hilandera velazqueña, trenzaba Menéndez Salmón. Uno que hablaba de las conexiones entre los escritores y aquellos considerados locos, y también del impacto de un arte liberado, desbordante, sobre la escritura. "Hay que escribir desesperadamente", repetía Menéndez Salmón, quien cerró su ponencia retomando una reflexión del divino Foucault, aquella de que "todo escritor desea escribir el último libro". Menéndez Salmón sólo añadió una reflexión a la sentencia: si Foucault se refería a que los escritores quieren escribir el último libro de su producción, o si se trata del último libro del conjunto de la literatura. "Humildemente, yo me inclino por la segunda posibilidad", confesó el escritor.