Una hora antes del comienzo de la procesión de Jesús Cautivo caían chuzos de punta en Oviedo, pero las plegarias de los fieles hicieron efecto y las nubes desaparecieron del cielo poco antes de las ocho para permitir la salida de los tres pasos que conforman la estación de penitencia de la Hermandad, con sede en la Basílica de San Juan el Real.

La tregua que ofreció la lluvia, que ya ha echado por tierra tres procesiones, permitió que el de ayer fuese uno de los actos con más público de todos los que se han llevado a cabo hasta ahora durante la Semana Santa ovetense. A lo largo de todo su recorrido, los integrantes de la Hermandad de Jesús Cautivo y el resto de personas que tomaron parte en la procesión -unas doscientas según la organización- se vieron arropadas por un público que disfrutó de un espectáculo visual con mucha carga emotiva. "El Cautivo nunca nos falla. Sabía que íbamos a estar aquí para verlo y desapareció la lluvia", explicaba Maribel Rodríguez visiblemente emocionada poco antes de la salida.

El hermano mayor de la entidad organizadora de la procesión no quiso tentar a la suerte y ordenó que la comitiva arrancase puntual. El primero en salir fue el paso de la Santa Cena, colocado sobre ruedas y tirado por ocho de los Infantes de Getsemaní, que es el nombre que reciben los niños que pertenecen a la Hermandad. Una legión de cofrades con túnica y capuchón blancos y capa de color rojo se echaron entonces a la carretera para enfocar Melquíades Álvarez en dirección a Uría. A continuación le tocó el turno al Jesús Cautivo, el principal protagonista de la jornada. "¡Eres el más grande", le gritó Ana Belén Gutiérrez, parroquiana de San Juan el Real, nada más verlo. El último paso en salir fue el de Nuestra Señora de la Merced, que lució con manto rojo por las calles de Oviedo.

Lo único que se echó en falta ayer fue la tradicional ceremonia del indulto, ya que el Consejo de Ministros rechazó este año poner en libertad a la reclusa propuesta por la hermandad. Pero en su lugar el hermano mayor leyó una oración en la Plaza Porlier para pedirle al Cautivo que el Gobierno autorice el indulto de cara al año que viene. José Salinas colocó a los pies del Cristo la capucha y la medalla con la que se viste habitualmente al preso que es liberado como ofrenda para el Cautivo. La candidata de este año era una mujer española que vive en Oviedo, de unos 40 años de edad, y que cumple condena por delitos contra la salud pública. Había sido condenada a seis años de prisión y solamente le quedan dos por cumplir.

Salinas aprovechó la oración para dedicarle unas palabras a todos los que sufren condena de prisión, a los reclusos de la cárcel de Asturias y en especial a los encarcelados en el mundo por defender una religión.

Ofrenda floral

Una de las tradiciones que sí se cumplió fue la de la visita al convento de las Siervas de Jesús. Al llegar al cruce entre Uría e Independencia, los cofrades colocaron la imagen de Nuestra Señora de la Merced mirando al edificio y las monjas, que son cofrades honoríficas de la hermandad y camareras de sus titulares, realizaron una ofrenda floral a la Virgen. Este año no fueron las religiosas las que cantaron la salve, lo hicieron los integrantes del Coro "Schola Cantorum San Juan el Real", dirigido por Ángel Gallego. A lo largo de todo el recorrido tampoco pararon de sonar las marchas interpretadas por la Banda de Gaitas "Ciudad de Oviedo", la banda de Cornetas y Tambores de la Hermandad de Jesús Cautivo y la banda de música "Ciudad de Oviedo".

Alrededor de las once de la noche, después de tres horas de procesión, la comitiva regresó a la Basílica de San Juan el Real con la satisfacción de haber podido procesionar a pesar de que el hombre del tiempo se lo había puesto muy difícil.

La vuelta a casa fue, no obstante, algo precipitada y los cofrades tuvieron que apretar el paso porque la lluvia apareció a última hora, y el regreso desde Porlier hubo de hacerse a paso ligero para lograr escapar del chaparrón que empezaba a arreciar.