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SALVADOR CÁRCABA | Médico de Las Regueras durante 28 años, homenajeado ayer por sus vecinos en su jubilación

"De los paisanos que acudían a la consulta aprendí humildad y el respeto por la gente"

"Las Regueras fue mi destino preferido; en Somiedo y Teverga supe lo que era el aislamiento y la soledad"

Salvador Cárcaba, ayer, en su casa de San Claudio. JULIÁN RUS

Los vecinos de Las Regueras homenajearon ayer al que fue su médico durante casi los últimos treinta años, el ovetense Salvador Cárcaba Fernández, en el transcurso de una cena a la que asistieron más de trescientas personas. El mejor ingrediente del condumio fue el del cariño que recibió el médico rural que vive en San Claudio, y que entre sus logros está el de haber convertido a sus pacientes en amigos. Así lo certificó el pasado jueves en este periódico con un emotivo artículo Rosa María Fernández, que es cronista oficial de Las Regueras.

- Ahora, ya desde la jubilación, mira atrás y qué ve.

-Cuarenta y dos años de mucho trabajo y muy duro en algunas ocasiones, pero que también me dio muchas satisfacciones que me ayudaron además en la vida.

- ¿Por qué médico rural y no en un gran centro hospitalario?

-Fue de casualidad. Cuando terminé la carrera había una plaza libre en Somiedo y me animé a trabajar unos meses, sólo hasta que empezaran las clases para poder presentarme al examen de médico interno residente, los MIR, para después hacer una especialidad. Pero en ese tiempo salieron las oposiciones para médico rural, las aprobé, y hasta ahora. No me arrepiento para nada de la elección.

- Y ya pasaron años...

-Cuatro años en Somiedo, diez en Teverga y veintiocho en Las Regueras. Toda una vida laboral que ahora la veo como muy fructífera. Mereció la pena haberla vivido.

- Y que le habrá dejado un anecdotario como para escribir un libro.

-Hubo muchas anécdotas, pero no todas se pueden contar. La primera la recuerdo como si fuera ayer. Llegué a Somiedo con sólo 24 años, y a un pueblo donde no había un médico desde hacía más de veinte años. El primer paciente me preguntó por el médico y le dije que era yo. No lo creía porque decía que era sólo un rapacín. Luego se fueron acostumbrando, sobre todo las personas mayores, y terminé siendo uno más del pueblo de La Riera.

- ¿Qué lección para la vida aprendió de los paisanos que acudían diariamente a su consulta?

-Aprendí mucho, pero sobre todo la humildad y el respeto por la gente. Dos grandes lecciones que me sirvieron de mucho para andar por la vida con la cabeza alta.

- Desde el medio rural, ¿cómo se ve el sistema sanitario asturiano?

-Hoy bastante bien. Cuando yo empecé, en el año 1976, sencillamente no existía. Por no tener no tenía ni un consultorio, sólo una habitación que tenía alquilada a uno del pueblo. No tenía métodos diagnósticos, con lo cual para hacer una radiografía tenía que mandar a los pacientes a Oviedo, y por una carretera mala de más de ochenta kilómetros. Lo demás, manita y fonendo.

- ¿El destino preferido?

-Sin duda alguna, Las Regueras, porque, entre otras cosas, me permitió ganar en calidad de vida, hasta incluso vivir en Oviedo. En Teverga y Somiedo supe lo que era el aislamiento personal y profesional.

- ¿Hasta como para sufrir la soledad?

-Mucho. Fue lo peor de todo. No tenía nada. Pediatría, ginecología, enfermería, además del trabajo propio de un médico de medicina general, era todo lo que tenía que atender.

- Vamos, que se convirtió en un filósofo de la medicina...

-Y psiquiatra, psicólogo y también hasta un poco cura. Había que hacer de todo un poco, pero esto que al principio me sorprendió y de alguna manera me asustó, terminó por gustarme porque podía aportar a mis pacientes algo personal de mí. Tal vez lo mejor de mí mismo.

- Vivió también el gran cambio de la medicina asociado a las nuevas tecnologías.

-Hace cuarenta años era inimaginable que en un consultorio de un pueblo tuviéramos de todo, como en cualquier centro de salud. Podemos hacer electrocardiogramas, analíticas, tenemos desfibriladores, y la informática nos permite tener el historial del paciente a mano, y por último la receta electrónica que nos quitó la mitad del trabajo, sobre todo para los pacientes crónicos.

- ¿Y ahora qué?

-Vivir los años que me quedan de la mejor manera posible.

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