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Visiones De Ciudad

Oviedo, en busca de vigor

La capital puede cambiar su perfil social centrípeto por otro centrífugo frecuentando cada vez más los parques periféricos y disminuyendo la presión sobre el Campo San Francisco

Oviedo, en busca de vigor

Me propuse, cuando recibí la invitación para escribir estas líneas, no mencionar el pasado. Oviedo está sobradamente glosado, y de forma brillante, por numerosos cronistas y escritores. De su historia, de su rico patrimonio, se ha escrito mucho y bien. Mis innumerables recuerdos, por otra parte, exceden con mucho la dimensión razonable de un artículo. Toca, creo, hablar de presente, y sobre todo, de un futuro comprometido y realista.

Me encanta Asturias y me apasiona Oviedo. Pero no solo percibo esta última como una placentera urbe donde es posible llegar a casi todas partes paseando, y disfrutar al mismo tiempo de sus atractivos culturales, turísticos, arquitectónicos o lúdicos. Me gusta porque la entiendo como una unidad de convivencia regional que, por su papel como capital de nuestra autonomía, posibilita la constante interrelación entre el paisanaje.

Nunca he concebido las comparaciones estériles entre las distintas localidades de la región, ni la competición permanente y a veces desleal por adelantarse a, o neutralizar, iniciativas ilusionantes y con futuro de otras ciudades astures. Cualquier ciudad avanzada en Europa tiene su ámbito de influencia y representa su papel social y económico de forma complementaria para contribuir al bien general de su territorio. Sea en el ejercicio reconocido de una capitalidad, sea como motor industrial, agrario o de servicios característicos de otros núcleos de población.

Habiendo vivido algunos años fuera de Asturias, tengo la suerte de ver nuestra región como un todo unificado, con Oviedo como referencia ineludible. Y con la notable fortuna de ser una autonomía uniprovincial a la hora de tomar decisiones estructurales y con alcance. Resulta, empero, que ni con estas facilidades avanzamos, y año tras año repetimos los mismos discursos, con los mismos protagonistas e idénticos resultados. Como reza un viejo adagio chino "Saber hacer es fácil, lo difícil es hacer". Tendremos que reconocerlo. Todos sabemos cómo se arregla, pero esto nunca se arregla.

Dedicamos muy poco a inversiones. Soy consciente de la falta de fondos, pero preguntémonos el motivo. Cualquier presupuesto se va, año tras año, en gastos corrientes para pagar salarios, planes de contingencia y subvenciones "ad hominen", con permanente tendencia al crecimiento exponencial. Nunca escapamos de este círculo vicioso. Y, lo que es peor, no se adivina cómo salir del mismo con estrategias recurrentes y caducas.

Nos falta dinamismo, y envidio el vigor que percibo en otras capitales. Pienso en Zaragoza, por ejemplo, cuando en su plaza de toros son capaces de organizar una magnifica eliminatoria de Copa Davis, mientras nosotros tenemos nuestro coso en ruinas desde hace años. Pienso en el quiosco de música del Bombé, con andamiaje perpetuo, sin que merezca una mínima sensibilidad hacia un emblema tan querido. O en una plaza de la Catedral que sería la envidia de cualquier otra ciudad, y que es aquí recurrentemente agredida con espectáculos de todo punto inapropiados para tal foro.

Yo imagino un Oviedo que permita a sus ciudadanos vivir con sosiego dentro de un marco de desarrollo compatible con la naturaleza. Me gustaría que cambiase su perfil social centrípeto por otro centrifugo, frecuentando cada vez más los parques periféricos y disminuyendo la actual presión sobre nuestro Campo San Francisco, en riesgo permanente de ocurrencias para instalar artilugios, hormigón o chiringuitos, en lugar de hierba y árboles.

Es necesario, asimismo, un mayor compromiso en la defensa de nuestros trenes de cercanías, bien de primerísimo orden del que disponemos como herencia de un glorioso pasado con el carbón y el acero. Algún día serán metros rápidos que posibilitarán la drástica reducción del uso de los vehículos privados. Y debemos estar preparados.

Urge una unificación definitiva de sedes judiciales en una moderna y cómoda "ciudad de la justicia"; es imperativo reivindicar sin desmayo un mayor compromiso con nuestros ciclos culturales, señaladamente una extraordinaria temporada de Ópera, de ningún modo elitista, sostenida con recursos muy exiguos; resulta inaplazable fomentar de manera decidida la práctica deportiva a través de la atención adecuada a los clubes y asociaciones que tan esforzadamente la sostienen -sonroja mencionar siquiera el estado del campo del Real Oviedo Rugby-, o agilizar tramitaciones administrativas propias de otra época que impiden el desarrollo de proyectos generadores de riqueza y competitividad.

Me ilusionaría percibir cambios profundos en mi ciudad y ver el futuro para los jóvenes con más esperanza. Nuestra pirámide de edad es preocupante, y una ciudad de servicios necesita población activa y atractiva que promueva iniciativas serias y planificadas. No se puede hablar permanentemente acerca de placas de calles, bulevares o festejos. Hay algo más importante: trabajo y visión estratégica de futuro, a varios años vista. Eso sí, medido y rigurosamente evaluado para planificar qué investigamos y lo que cuesta. Los nuevos repartos fiscales que se avecinan no presagian nada bueno, y me temo que la solidaridad cotiza a la baja, cuando nosotros ya hemos quemado nuestras provisiones por el camino con una alegría que ahora se torna en llanto.

Intuyo inquietudes legítimas en colectivos más o menos estructurados que, en función de intereses propios, perfilan iniciativas y estrategias en relación con lo que debe hacerse en esta noble ciudad. Pero esto se hacía ya al comienzo de la transición. Sólo hay que ir a las incontables colaboraciones, artículos y conferencias de aquellos tiempos y releerlos. Ya existían muchos de los actuales organismos especializados, y, aunque hemos creado bastantes más, no hemos avanzado casi nada desde entonces. Después de haber recibido, eso si, ingentes cantidades de fondos públicos consumidos en objetivos sin retorno.

Tengo, empero, la confianza de que los partidos políticos, como actores imprescindibles, sean capaces de marcar un tiempo nuevo, donde cambiemos actuaciones irrelevantes por debates serenos y profundos acerca de prioridades de futuro, en beneficio de todos y en orden de importancia -da igual el ámbito: social, cultural, sanitario, educativo, de transporte- estableciendo el consenso adecuado para el bien colectivo.

Es el momento, porque posiblemente en muchísimos años no se podrá disponer de actuaciones que influyan en nuestro Oviedo de forma tan decisiva para encauzar correctamente el futuro. Acertar en las ejecuciones inminentes en las áreas de la Fábrica de la Vega o de los antiguos hospitales, marcarán nuestro porvenir de bienestar y permanencia. No podría la ciudad perdonar ocurrencias del momento, actuaciones parciales sin saber hacia dónde queremos ir, o, lo que es aún peor, guiadas groseramente por un lucro inmediato.

Hay esperanza un poco más allá. Por el camino, y como magro aunque gratificante consuelo, siempre nos quedarán el OCB y el Real Oviedo, ambos en primera.

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