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La Ciudad Y Los Días

El Campo San Francisco merece ser respetado

El quiosco de la música, un monumento a la desidia municipal

El Campo San Francisco merece ser respetado

Una de las asignaturas pendientes del urbanismo municipal sería el Campo de San Francisco y su adecuación a las verdaderas funciones que cabe atribuir hoy a un gran parque central en una ciudad como Oviedo. Varias veces en los últimos años ha traído a la memoria este comentarista la conveniencia de aprovechar este gran patrimonio para adecuarlo a los tiempos y volver a situarlo así en algo más que un simple lugar de paso.

Es verdad que la actual corporación municipal parece que tiene una propuesta, a mi modo de ver extravagante, de prolongación del Campo sobre la Escandalera. Con todo el respeto posible sobre las ocurrencias de los cerebros municipales, otros entendemos que el Campo de San Francisco merece atención para recuperar sus verdaderas funciones y adaptarlas al servicio de los ciudadanos de hoy como lo que es: un espacio privilegiado de descanso, recreo, salud y socialización.

Sin entrar en detalles propios de la geografía humana de ahora mismo, a propios y extraños saltan a la vista sendos y esperpénticos abandonos. Vamos con el primero: el quiosco de la música. Un problema al parecer de presupuesto paralizó hace cinco años las obras de reparación y mejora de este equipamiento, cuyo esqueleto da una pésima sensación de abandono.

Qué duda cabe de que el quiosco del Bombé -modernista y ecléctico, original del arquitecto Juan Miguel de la Guardia- es antiguo, nada menos que del año 1888. Su situación actual le convierte en un auténtico monumento a la desidia municipal. No menor que el de la antigua sede de la Escuela de Hostelería en la que, muy de vez en cuando, se organizan algunos actos como para mantenerla en pie.

Equipamiento, entiende el comentarista, del todo innecesario, y menos al ocupar un espacio que nunca le ha correspondido ya que se trata de un antiguo terreno para la escucha, el paseo, el baile, los juegos y aún el acceso a los dos servicios higiénicos en la base del kiosco para las urgencias vitales de los usuarios. Servicios que además han desaparecido en todo el ámbito del Campo como si los ocasionales visitantes fueran espíritus puros.

El Campo San Francisco -que no está mal cuidado en lo vegetal y cuenta con extraordinarios ejemplares de árboles exóticos, junto a un gran patrimonio botánico- se ha convertido hoy en un desaprovechado espacio urbano como simple lugar de paso y ocasionalmente de instalaciones festeras provisionales.

Los protagonistas de hoy son otros. No los barquilleros, los piruleros, los fotógrafos del minuto, los soldados, las niñeras, los curas paseantes, ni los nocturnos bailarines de La Granja. Pero es allí donde la ciudad recupera también hoy la naturaleza y la calidad de vida, la dimensión humana.

Un equipamiento urbano, pues, del mayor interés para el descanso, el juego, el paseo, la tertulia, el encuentro, el deporte, la salud y aún la socialización de los ovetenses al nivel de otras áreas verdes similares en otras ciudades del mundo.

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