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"The Forrest Rock Band" | Auditorio de Pola de Siero | Viernes 4 de mayo

El rock está muerto, pero nos gusta

"The Forrest Rock Band" en el concierto. The Forrest Rock Band

Tengo la manía de mirar los discos de mis amigos. De revisar sus colecciones. Cuando voy a sus casas, cuando me subo en sus coches. Me gusta observar por dónde van sus gustos. Sobre todo si no son especialmente melómanos y la música les interesa de manera moderada. Es difícil medir el interés musical de alguien, y a su vez extrapolarlo a una sociedad y una época, en una estantería repleta de miles de vinilos y cedés. Resulta más fácil llegar al meollo dentro de una modesta colección de discos, normalmente variados y sin un aparente nexo de unión. En los años finales de la década de los 90, cada vez que me subía al coche de algún amigo encontraba la caja de la banda sonora de "Forrest Gump". Los americanos saben que el rock es su gran aportación a la cultura universal. Por eso cuando Robert Zemeckis quiso trazar un retrato de la historia más reciente del sueño americano tuvo claro que la banda sonora debía estar compuesta por aquellas canciones que conforman el paisaje musical en el que se desarrollaron esos acontecimientos. Porque el auge del rock and roll en los años que van desde la década de los 50 a la de los 80 es, además, un hecho histórico en sí mismo, tan relevante como cualquier análisis geopolítico sobre la Guerra Fría. De hecho, es evidente que la música rock, con su mensaje de libertad y orgullo individualista sirvió de propaganda occidental, tal vez involuntaria, pero efectiva, para que el capitalismo ganase la partida.

La idea del avilesino Béznar Arias, responsable de "Norte Sur Records", tiene lo que tienen las ideas brillantes: al conocerlas uno se pregunta cómo no se han hecho antes. Poner en pie el repertorio abrumador que acompañaba a

Forrest a través de una vida de éxitos involuntarios es crear un espectáculo con algunas de las mejores, más influyentes y totémicas canciones de la historia de la música popular. No parece un mal punto de partida.

La del pasado viernes en el Auditorio de Pola de Siero era la segunda ocasión, tras una premier (pues casi en términos de musical debemos hablar del espectáculo) en el Teatro Palacio Valdés de la Villa del Adelantado, núcleo germinal show, para ver en escena a los nueve músicos que forman esta superbanda, liderados por el multi-instrumentista y productor Miguel Herrero que desde la locomotora de su batería ejerce de director musical. Con un aforo que, aunque no lleno, presentaba una entrada considerable, el concierto daba comienzo con un vídeo de presentación de los protagonistas, a la manera cinematográfica de las antiguas series míticas americanas y la aparición de Tete Bonilla caracterizado como el personaje interpretado por Tom Hanks, acercándose a un banco situado en el centro de la escena igual a ese desde el que el propio Gump cuenta toda la historia de su vida. El guiño teatral dura poco (habrá alguno más adelante) y el "Hound Dog" de Elvis Presley (¿recuerdan que aprendió su movimiento de caderas en un rancho de Alabama?) abre una puerta en el tiempo por la que el público enseguida acepta, inevitablemente, pasar. A partir de ahí empiezan a sucederse las canciones de la película casi de forma exacta a como aparecen en ésta (¿qué sentido tendría cambiar el orden de unos temas que están, en realidad, contando una historia?) y la banda muestra un despliegue de talento y capacidad de adaptación memorables. La voz de Sandra Lusquiños tiñe de dulzura el "(I don´t know why) But I do" de "Frogman" Henry; Nacho Cabeza, a la guitarra y la voz despacha un "Fortunate son" con el que John Fogherty asentiría satisfecho; el propio Tete Bonilla se transforma en el Dylan del "Blonde on Blonde", cuando Herrero se baja al frente con la trompeta y Tino cuesta, con su saxo, completa la banda de zíngaros que bailan y divierten con la "Rainy day woman 12 & 35". "Mrs. Robinson" de Paul Simon y "Blowin´ in the wind" del mismo Dylan suenan para recordarnos por qué a los americanos les perdonamos hasta que nos hayan traído a Trump y enseguida llegamos a uno de los puntos álgidos del show. ¿Quién no ha soñado con vivir alguna vez en el verano del amor?. ¿Quién puede escapar a las buenas intenciones, el colorido, la música y las ganas de libertad y de luchar por un mundo mejor de aquellos felices finales de los años 60? Cuando los "hippies" entran en escena el concierto se vuelve incontestable: la mítica "San Francisco" de Scott McKenzie, la dulce "California Dreamin´" de "The Mama & The Papas, la reivindicativa "For what is worth" de "Buffalo Springfield", el clásico "Turn, Turn, Turn" de los "Byrds" forman un corpus en el que la banda despliega un trabajo instrumental y coral de muchos quilates, repartiéndose el liderazgo y los galones. Es cierto que en algún momento se echa en falta que suelten las riendas y dejen correr a los caballos libres. Seguramente el público menos acostumbrado no lo note pero alguien más atento puede apreciar cierta contención escénica en los miembros de la banda. Pero hay que entender que es el segundo concierto de una formación que de aquel primer round avilesino a este segundo ha sufrido algunos cambios. Nada que el rodaje no vaya a darles.

Se agradece que no haya intervenciones habladas (apenas unos "gracias"). No es un concierto al uso y el público no demanda explicaciones. Sin embargo se ofrecen pequeños separadores en forma de acertadas breves piezas audiovisuales que dibujan el contexto social de las canciones y completan el hecho narrativo. Piezas que sirven de respiro para, desde la últimas filas del teatro, observar una realidad que cae como una losa: las coronillas despobladas son mayoría y apenas el 1% del público asistente baja de los 30 o 35 años. La colección de canciones es inmensa. Los músicos son virtuosos. Pero eso ya no le interesa los jóvenes. Damas y caballeros, por si quedaba alguna duda, el rock hace tiempo que murió.

Así que, conscientes ya de esta realidad, la escucha de "Sweet Home Alabama" de Lynyrd Skynyrd, "Runnin´ on empty" de Jackson Browne, "Take it easy" de este último y los Eagles (con un Kike Lusquiños derrochando clase), una versión rockerizada del "Go Your Own Way" de "Fleetwood Mac" y el resto de canciones del repertorio se convierten en una reafirmación nostálgica. Puede que el rock esté muerto, pero sigue siendo la mejor música que ha sido capaz de hacer el ser humano. Así de claro. Y resulta hermoso ver a un buen puñado de grandes músicos, incluso de distintas generaciones, en un pequeño rincón del mundo separado por todo un océano, hacer un homenaje intenso y emocionante a esa música que les (nos) ha hecho ser como somos.

Las butacas del teatro atrapan (el show pide un espacio abierto para vencer la vergüenza y lanzarse a bailar) pero la sensación general es de sentirse orgullosamente parte de algo, de la misma forma que la camaradería escénica que se percibe en el escenario contagia a los que estamos abajo.

Una nueva intervención visual acompaña un saludo final al estilo del teatro, concediendo, certeramente, espacio para el aplauso a cada uno de los músicos, y así cerrar un espectáculo redondo que ya tiene cerradas alguna fechas más para los meses que vienen.

Ya se sabe que la música es también como una caja de bombones. Y este es delicioso.

"The Forrest Rock Band" ofreció en Pola de Siero un buen espectáculo con varios audiovisuales y una selección de canciones con las que se hizo un homenaje emocionado a la música de los 50 a los 80

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