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"Vivir en la plaza porticada engancha"

La abogada Ana Isabel Álvarez Balbín reside desde hace 19 años en uno de los edificios reconstruidos con entrada por el Arco de los Zapatos

Ana Isabel Álvarez Balbín, en un balcón de su buhardilla en la plaza del Fontán. LUCÍA TORRADO

La casa de Ana Isabel Álvarez Balbín irradia luz. Es una buhardilla con vistas al exterior en todas las estancias. Las ventanas dan a la plaza del Fontán, a Daoíz y Velarde, y al Arco de los Zapatos. La abogada y presidenta de la Asociación de Vecinos del Fontán "Pérez de Ayala" reside en el edificio desde hace 19 años. Primero estuvo con su madre en la segunda planta, pero se pasó al piso superior cuando se casó. Ahora, instalada allí con su marido y sus dos hijos de 13 y 9 años, ni se le pasa por la cabeza mudarse de nuevo. "Vivir en la plaza porticada del Fontán engancha".

Pese a que está feliz de formar parte de una de las comunidades con más encanto e historia de la ciudad, pierde la sonrisa en cuanto narra la experiencia previa a la entrega de llaves el 30 de mayo de 1999. "Aquí se armó la de San Quintín con el derribo, me llamaron hasta de Alemania".

Su madre heredó en 1995 propiedades en el inmueble del número 5 del Arco de los Zapatos. Un tío abuelo suyo que había sido párroco en San Isidoro las compró hacia 1850 y los pisos fueron pasando de padres a hijos. Sin embargo, justo un año después de recibir el legado, el Ayuntamiento declaró en ruina inminente esa y el resto de casas de la plaza tras realizar una inspección. "Nos dieron seis meses a los cinco propietarios del edificio para ponernos de acuerdo y reconstruir. De lo contrario, la casa saldría a la venta por medio de una subasta". El gobierno local creó entonces la empresa municipal Gesuosa para impulsar la rehabilitación del entorno mientras los vecinos del Fontán buscaban arquitectos y promotoras para presentar un proyecto viable. La rehabilitación se hizo a través de una iniciativa privada de los propietarios y con ayudas del Ayuntamiento y del Principado. No hay que olvidar que toda la plaza tenía la protección de Bien de Interés Cultural, BIC".

Las obras empezaron en 1997 envueltas en polémica. Pronto surgieron voces críticas contra un proyecto, que, a juicio de muchos, era como arrancarle el corazón a Vetusta. Hubo problemas de cimentación, malentendidos con las medidas arquitectónicas e incluso se abrieron grietas en los fustes y capiteles de las columnas de la plaza al poco de entrar a vivir. Fue una reconstrucción difícil porque los edificios estaban ensamblados unos a otros compartiendo vigas y pilares. "Recién licenciada en Derecho y sin apenas experiencia, me pasé mañanas enteras en Gesuosa analizando todos los contratiempos que surgían", explica Ana Isabel, que ahora tiene su despacho en el segundo piso, en casa de su madre.

La buhardilla tiene dos habitaciones, un baño y un salón-cocina, mientras que en el piso del segundo hay cuatro habitaciones, dos baños y cocina independiente. No hay ascensor ni garaje, pero sí unos buenos trasteros y una planta sótano que antes no existía. El marido y los hijos de Ana Isabel también están a gusto. De hecho, él -que es ingeniero técnico especializado en electrónica- ha montado un pequeño taller improvisado en una mesa del salóncomedor debajo de una claraboya. Además, los críos salen a jugar y patinar al lado del palacio del Marqués de San Feliz.

Tanto Ana Isabel como su madre se mudaron de la calle Fuertes Acevedo al Fontán en 1999. Por aquella época, decían que "bajaban a Oviedo" al ir a comprar al centro y les gustaba entrar en el mercado cubierto. Ahora lo siguen haciendo, pero sólo tienen que caminar unos metros. "Algunas personas ponen en duda que estas casas tengan dueño y nos preguntan cómo hemos hecho para tener un piso aquí. Pensaban que se había hecho un sorteo entre los ciudadanos. Pasaba sobre todo al poco de terminar la reconstrucción. Lo que desconocían es que muchos de los antiguos vecinos tuvieron que hipotecarse para poder pagar la obra".

Las terrazas de hostelería fueron otro de los caballos de batalla de los vecinos del Fontán. Ana Isabel, como letrada, lideró los litigios. "Cuando aquí había cuatro terrazas de bares el ruido era como un enjambre, incluso oía caer los tenedores". La paz ha vuelto a la plaza después de alcanzar un acuerdo en los tribunales y disminuir la cantidad de negocios. Eso sí, la acústica del lugar sigue siendo especial y deja al descubierto conversaciones privadas. "Desde la tercera planta se oye todo. Si alguien pasa hablando por el móvil con un tono normal, yo lo oigo. A veces pienso, madre, su supieran que me estoy enterando de todo...".

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