"El chorizo del bollo sabe a gloria", decía ayer Socorro Díaz, incondicional de Martes de Campo desde que hace más de cuatro décadas se trasladó a vivir desde su Felechosa natal a la capital del Principado; mientras, un espontáneo remataba la cita con humor. "Pero el vino fresco, sobre todo con esti día, sabe mejor". Fue un resumen perfecto para una jornada marcada por el buen tiempo y el gran ambiente festivo respirado en un Campo de San Francisco partido en dos: los más veteranos a las mesas y las familias con pequeños a disfrutar del verde del prado.

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En total fueron 4.200 los bollos preñados repartidos por la Sociedad Protectora de La Balesquida, pero la oferta gastronómica abarcó mucho más. Tortilla de patata, carne empanada y carbayones fueron sólo algunos de los productos elaborados en algunos casos con un día de antelación para disfrutar de la celebración al máximo. "Salimos hasta las cuatro y media de la mañana y aquí estamos como relojes", comentaba Elena Chillón, una de los miles de asistentes, ante una mesa repleta de comida con varios matrimonio sentados a su alrededor.

El espíritu de la celebración conquistó especialmente a los visitantes. "Nunca estuve en una fiesta tan acogedora", admitía la vitoriana Carmen Gutiérrez, debutante en el Martes de Campo por invitación de unos amigos a través de los que previamente ya descubrió otros encantos de la capital del Principado. "El entorno natural es envidiable y el carácter de la gente lo mejor", ampliaba la vasca.

La comida y la bebida fueron los principales protagonistas, pero hubo mucho más. Algunos incluso se animaron a bailar al son de las gaitas y se emocionaron con los temas de la banda de música. Los niños también reinaron fuera de casa y vivieron un día único jugando en el parque y participando activamente en la animación programada en algunos rincones del pulmón verde de la ciudad.

Un tributo a la tradición capaz de sacar de sus casas a muchos mayores reticentes a otras celebraciones. "Siempre vinimos y esperamos seguir viniendo muchos más años", clamó Gene Díaz, acompañada de sus hermanas Socorro y Agustina y su amiga Nati Ordóñez para una fecha muy señalada en el calendario.

Los abuelos optaron por el sol y las mesas. Los pequeños por el suelo y la sombra para aliviar tanto sofocón de correr. Es el caso del pequeño Jonás Fernández, cuya madre confesaba verle "feliz como una perdiz" entre tanto niño semejante. "El bollo tendrá muchas calorías, pero este ya las ha quemado todas", indicaba la progenitora Marlén Fernández.

Tampoco faltaron algunos jóvenes, huyendo del barullo y el "botellón" de Pura Tomás. "Yo soy más de botella de sidra como toda la vida", indicó Iván González, que conoció la fiesta de La Balesquida de la mano de su fallecido abuelo. "El ya me traía, luego mis padres y ahora vengo con los amigos", dijo en torno a un grupo de una decena de chicos de su edad que apostaron por la sidra en vez de por el calimocho y las copas.

El Martes de Campo, extendido ya a toda la ciudad, convence y la mayoría apuesta por mantenerlo como un reducto festivo diferente y singular. "Nada de experimentos, esta fiesta está bien como está", coincidieron en señalar asistentes de diferentes generaciones, encantados de convertir por un día el Campo San Francisco en el punto de encuentro de ovetenses de todas las edades y algún que otro invitado a la que consideran la fiesta más bonita" de Oviedo.