"Todo empezó con un cachete en el culo". Así empieza el estremecedor relato de una alumna del Conservatorio Superior de Música de Asturias que en los próximos días llevará a juicio a uno de sus profesores. Le ha costado tres años tomar la decisión y alzar la voz, decidir que ella no era la culpable y que lo que le ha hecho ese hombre no puede sufrirlo alumnas de otras generaciones. Dice que no es la única, que en el juicio testificarán exalumnas del profesor que pasaron por el mismo trance. Esa es una de las causas que le han llevado a tomarse su tiempo en la denuncia, quiere tenerlo todo bien atado y prepararlo concienzudamente con sus abogadas.

La chica, que por ahora prefiere mantenerse en el anonimato, tenía 19 años cuando empezó a clase con un profesor de gran prestigio y acabó inmersa en un infierno de dos años y medio sufriendo un acoso que la ha llevado a tener que someterse a tratamiento psicológico y psiquiátrico. Todo sucedía durante las clases individuales. Eran comportamientos nada agresivos, "no llegaba y te tocaba el pecho directamente pero me pedía que me pusiese de espaldas frente al espejo y mientras yo ensayaba él me tocaba por todas partes", relata. Ella quedaba inmóvil sin atreverse a oponerse a la autoridad del profesor que llegó a pedirle que fuese a su casa para hacer el amor.

El relato de la alumna, hoy con 22 años, tiene todos los componentes de un duro maltrato y acoso prolongado en el tiempo. Llegó a sentirse culpable, a pensar que no era para tanto, que aquello que le ocurría quizás era normal. "Le preguntaba a otras compañeras si a ellas les pasaba lo mismo y me decían que no, llegué a pensar que me estaba volviendo loca". El control del profesor sobre la alumna era total. "Me suspendía para que repitiese curso y siguiese acudiendo a sus clases", asegura y a renglón seguido asegura que su denuncia "no tiene nada que ver con una venganza por esos suspensos". No puede haber venganza por un expediente académico que la alumna estuvo a punto de tirar por la borda. "Pensé seriamente en dejar el conservatorio, en dejar la música", dice.

En ese control también entraban sus apariciones en público. "No me dejaba subirme a los escenarios, no me dejaba participar en conciertos, me tenía escondida", relata.

El abuso sexual se concretaba en tocamientos "por todas partes, todo lo que podía", pero también hubo un maltrato psicológico. "Sus gritos se escuchan en todo el Conservatorio", asegura. Esos gritos los sufrió ella durante años. "Luego me daba un abrazo, me besaba en la boca, aprovechaba para tocarme el culo y decía que me amaba". Así intentaba tranquilizarla después de agredirla verbalmente.

Ella está ahora a tratamiento psicológico. Decidió cambiar de profesor pero no dejar los estudios, decidió que no iba a poder con ella y decidió contarlo. "Al principio no quería darles ese disgusto a mis padres y no quería acabar con mi carrera pero luego decidí que tengo que hacerlo, que no es normal que un profesor te bese en la boca. Tengo que denunciar, no se puede ir de rositas".

La valentía se ha impuesto al miedo, a esa especie de síndrome de Estocolmo. Esta semana se presentará en un Juzgado para denunciarlo todo y que no vuelva a ocurrir.