Muchos han sido los futbolistas que han defendido, con mayor o menor fortuna, la camiseta del Real Oviedo en sus noventa años de historia. De todos ellos, sólo un nutrido grupo ha pasado a la historia del club azul, ya fuera por sus grandes gestas, su carisma o su pundonor. Grandes jugadores que tienen en común el orgullo, el valor y la garra que ponían en cada encuentro, los verdaderos valores que ha de mostrar siempre un oviedista.

En las primeras temporadas de la entidad oviedista hubo un hombre que destacó sobre el resto: Isidro Lángara, un goleador vasco sin igual que hizo vibrar a la afición. Lángara, que llegó al club azul en 1930, finalizó su primera etapa con la elástica oviedista en 1936, tras estallar el conflicto bélico. Con sus goles ayudó a que el equipo lograra el ascenso a la Primera División en 1933. Esta etapa en el equipo asturiano fue la más brillante de su carrera, siendo máximo goleador de la Liga española en las tres primeras temporadas que jugó con el Oviedo en la Primera División española. A finales de los 40, Lángara volvió al Oviedo. Jugó dos temporada y en 1948 colgó las botas.

Otro nombre inexcusablemente asociado al oviedismo es el de Herrerita. Nacido en Gijón, siempre se le ha considerado la gran figura de la entidad carbayona, en la que militó durante 16 temporadas. Considerado uno de los mejores interiores de la historia del fútbol español, personificó y representó la Edad de Oro oviedista desde su irrupción en Primera División, en 1933, hasta el primer descenso en 1950. Junto a Emilín formó una dupla mítica del fútbol clásico patrio y su calidad, su bravura y sobre todo su carácter ganador le convirtieron en una leyenda azul que pasa de generación a generación.

Antón, con su inseparable boina, es otro de los futbolistas azules que siempre será recordado. Nacido en Oviedo, y tras pasar por las categorías inferiores de la entidad, en 1935 debutó con el primer equipo marcando dos goles en un enfrentamiento en casa del Racing de Santander. Antonio Sánchez Valdés, Antón, defendió la elástica azul durante la mayor parte de su etapa futbolística, en los años 30 y 40 del pasado siglo. El estallido de la Guerra Civil frenó el desarrollo futbolístico de Antón. Al reanudarse la competición en la temporada 1939-40 jugó cedido en el Zaragoza. Regresó al Real Oviedo un año después y formó parte de la llamada "tercera delantera eléctrica" junto a Goyín, Echevarría, Herrerita y Emilín. Dejó el club en 1950. Sus números lo dicen todo: 324 partidos y 108 goles que lo convierten en el cuarto mejor goleador de la historia oviedista tras Herrerita, Lángara y Carlos Muñoz.