Educación y sanidad siempre fueron los aspectos que más le interesaron e importaron a la piloñesa Ana Isabel Zarabozo. Su vocación, desde que era pequeña, fue la enfermería, pero cuatro centésimas entre su nota media de Bachillerato y selectividad y la nota de corte de ese año en la facultad le alejaron de su sueño. Sólo temporalmente. Su plan "B" era la carrera de Magisterio en la rama musical y decidió matricularse. Al acabar el primer año decidió finalizar el grado e intentar ahorrar para, una vez finalizado, intentar volver a entrar en Enfermería. Dicho y hecho. Era ya una cuestión de amor propio. "La enfermería fue mi vocación desde siempre, y como únicamente te dan beca para una titulación, estuve trabajando y ahorrando durante un tiempo para poder lograr mi sueño", relata. "No había día en el que no pensara en que me había quedado a las puertas de entrar".

Tras conseguir un puesto de profesora interina en el colegio de Lieres, decidió embarcarse en su gran proyecto personal. Por lo menos en aquel momento, ya que desde hace cuatro meses ese puesto de honor lo ocupa su primer hijo. Compatibilizar trabajo y estudios no fue sencillo, especialmente desde que se quedó embarazada. No tenía prisa, no tenía presión y las cosas estaban yendo mucho mejor de lo que se esperaba. "No me planteaba nada, estaba preparada para hacer la carrera en cuatro o seis años, el tiempo que fuera necesario, ya que tenía otras obligaciones y no podía ir siempre a clase e incluso algunos trabajos grupales tuve que hacerlos yo sola", desvela, "pero las cosas salieron muy bien". Tan bien que ayer, día de Santa Catalina, recogió dos premios por su fantástico expediente: el "Miguel Servet" y el "Rector Magnífico", ambos para el mejor alumno de Enfermería de la Universidad de Oviedo.

Este curso que acaba de comenzar es especial para Ana Isabel Medina. Tras varios años de arriba a abajo y sin parar, está disfrutando de su baja maternal, que finaliza tras las Navidades, fiestas que llegarán con varios regalos adelantados.