El sueño representa una parte importante de nuestro ciclo vital, educar a la sociedad en la salud del sueño y su repercusión en nuestro organismo debería ser el principal reto de las unidades del sueño. Los científicos Jeffrey Hall, Michael Rosbash y Michael Young, galardonados en 2017 con el premio Nobel de Medicina/Fisiología por sus investigaciones sobre los ritmos circadianos y los genes y proteínas que intervienen en los ciclos del sueño, han marcado un antes y un después en su divulgación.

¿Qué pasa mientras dormimos?

En la actualidad se sabe que durante el sueño se producen una serie de cambios fisiológicos claves en el organismo. El proceso circadiano implica el control del ciclo sueño-vigilia desde un reloj biológico interno que junto con el proceso homeostático (la necesidad de dormir) determinan la latencia, duración, organización y calidad del sueño. Si se produce alguna alteración prolongada implica una modificación del funcionamiento del organismo cuyas repercusiones pueden ir asociadas a problemas cardiovasculares, neurológicos, endocrinos, gastrointestinales o alteraciones autoinmunes entre otros. El origen de estas modificaciones es fundamental para el diagnóstico del trastorno del sueño y su abordaje terapéutico, preferiblemente multidisciplinar. Limitar su análisis desde la perspectiva respiratoria supone obviar parte de las 80 patologías identificadas científicamente y agrupadas en cuatro categorías principales: disomnias (como el insomnio), parasomnias (sonambulismo, terrores nocturnos, etc.), enfermedades del sueño asociadas a patología médica o psiquiátrica (como la depresión) y posibles trastornos del sueño. Las más frecuentes son: el insomnio, el síndrome de apnea-hipopnea del sueño (SAHS), excesiva somnolencia diurna y fatiga y el síndrome de piernas inquietas.

¿Cómo se diagnostica una patología del sueño? Muchas de estas patologías presentan síntomas similares que se pueden dividir en los siguientes grupos: excesiva somnolencia diurna/cansancio, insomnio, conductas o movimientos anormales y/o ronquido. Por todo ello, la clínica puede ser inespecífica y el diagnóstico deberá confirmarse con una historia clínica completa, exploración física incluyendo necesariamente las estructuras craneofaciales (partes óseas y blandas), estudio radiológico y estudios nocturnos.

El carácter multidisciplinar de una unidad del sueño dotada con la tecnología adecuada y profesionales de diferentes especialidades médico-quirúrgicas como Cirugía Oral y Maxilofacial, Otorrinolaringología o Neurofisiología y con formación específica en medicina del sueño garantizan al paciente un diagnóstico y plan de tratamiento adecuado de una forma ágil y sin demoras.

¿En qué consiste un estudio del sueño nocturno? Existen dos tipos de estudio del sueño nocturno avalados por la literatura científica:

-Polisomnografía vigilada (PSG): se trata de la prueba más completa. El paciente acude al laboratorio del sueño, donde dormirá una noche mientras los diferentes sensores recogen los datos que proporcionarán un patrón exacto de la estructura del sueño, con indicadores cardiorrespiratorios, neurológicos y motores, siempre bajo la monitorización de personal cualificado.

-Poligrafía respiratoria (PR): es una técnica simplificada que recoge señales cardiorrespiratorias. Proporciona información sobre posibles acontecimientos respiratorios.

¿Cuáles son las opciones de tratamiento posibles? Como se ha indicado anteriormente existen más de 80 patologías del sueño, a modo de resumen se puede establecer la siguiente clasificación:

-Trastornos del sueño respiratorios. El síndrome de apnea-hipopnea del sueño (SAHS) es el más frecuente y sus opciones terapéuticas posibles, en algunos casos supone la combinación de varias de ellas, son: higiene del sueño y hábitos de vida saludable, dispositivo de avance mandibular, dispositivo de Presión Positiva Continua en la Vía Aérea (CPAP, cirugía de tejidos blandos: cirugía nasal, orofaríngea, hipofaríngea, etcétera y cirugía de tejidos duros: cirugía ortognática (corrección anatómica de la mandíbula y/o maxilar).

-Trastornos del sueño NO respiratorios. En este caso, el más común es el insomnio. Se puede tratar de las siguientes formas o combinación de las mismas: higiene del sueño, farmacología del sueño y programa psicoterapéutico.

¿Qué beneficios aporta la medicina del sueño? Supone, sin duda, una mejora de la calidad de vida del paciente. Mejora la función cognitiva, reduce el riesgo asociado a otras patologías como la diabetes, glaucoma, hipertensión y digestivas, entre otras. Disminuye de forma considerable el gasto sanitario, social y laboral, pues hasta entonces se han visto obligados a utilizar con mayor frecuencia los recursos sanitarios, bajas laborales, accidentes de tráfico o laborales y problemas asociados a la depresión.