A lo mejor fue eso, que había tantas ganas de LFP que bastó ver un simple camión de Mediapró en los aledaños para emocionarse. O a lo mejor fue al advertir a David Fernández de titular junto a otros seis héroes del Carranza.
A lo mejor fue que al llegar al estadio lo que vino a la mente no eran los rojiblancos esos del Lugo sino el torso moreno de Kily celebrando como loco el gol ante el Mosconia.
O quizás fue por lo de estar en la quiniela, o por lo de compartir horario con el Barça, o por la satisfacción de llegar a casa y husmear por internet a ver qué dicen por fuera del equipín.
Si la capacidad de emocionarse está en los pequeños detalles, hay partidos que quedan grabados para siempre. Como el de ayer: el primer póster del Oviedo de vuelta entre los grandes.
Habrá quien diga que no deja de ser un punto en casa y ante el Lugo, equipo del montón en la categoría. Y es verdad. Pero sospecho que el personal, que iba básicamente a no decepcionarse, no se decepcionó. Se trataba de saber si este Oviedo estaba listo o no para competir en Segunda. Y una de dos: o mucho nos engañaron o es que la cosa va en serio de verdad.
No sé si el Oviedo va a estar arriba, en el medio o abajo. Es agosto y eso queda para los pitonisos. Pero lo que es evidente es que el equipo compitió a muy bien nivel, remontó dos veces, acorraló a su rival y mereció ganar. Por empuje, fe y oportunidades. Y, de momento, con eso vale. Hay dudas de que, a falta de Bedia, la pareja Erice-Vila sea la mejor para el Tartiere por aquello de la creatividad. Pero el golpeo de Susaeta sigue siendo una bendición. Se vio electricidad en Hervías, solvencia en los laterales y un jugadorazo en Borja Valle que, herido en su orgullo como ayer, puede ser espectacular. Y faltan Toché, Koné y alguno más.
A lo mejor fue eso, que había tantas ganas de la LFP que bastó un camión de Mediapró para emocionarse, en plan gañán. O a lo mejor no. Ya se verá.
