Quizás El Toralín, con sus 8.400 espectadores y aspecto de estadio de los de antes, no es una de esas plazas con las que un futbolista del Oviedo sueña jugar al sortearse el calendario. Seguramente, las citas favoritas señalen a La Romareda, Zorrilla o El Sadar. Para Borja Valle, en cambio, el duelo en Ponferrada es el más especial. Por eso está haciendo todo lo posible para llegar en condiciones al domingo. Ayer completó la sesión de El Requexón sin aparentes síntomas de dolor. Parece recuperado de su lesión y serán sus sensaciones en los próximos entrenamientos los que determinen si está en condiciones de jugar.

Borja Valle nació en Ponferrada en 1992 y estuvo unido al club de su tierra en las categorías inferiores. El centrocampista se formó en la Ponferradina e incluso alcanzó el primer equipo, con el que saboreó por primera vez lo que era la Segunda División, techo histórico del conjunto berciano, en una campaña, la 2010-11, en la que disputó 10 partidos y anotó un gol. Su pérdida de protagonismo en el club de su tierra le hizo labrarse el futuro fuera. Su primera parada le llevó a Celta B, sin demasiada suerte, antes de asentarse en Orense, en Segunda B, donde sí pudo explotar sus condiciones.

El Oviedo apuntó su nombre al verle en acción y Valle fue reclutado la temporada siguiente bajo la promesa de los más ambiciosos proyectos: el que comanda el Grupo Carso para devolver al conjunto carbayón al primer plano futbolístico nacional.

A pesar de la dura competencia, Valle logró hacer con un hueco en el esquema de Egea. Fue titular en la fase decisiva, el play-off ante el Cádiz. Antes, prácticamente desde el primer contacto con la temporada, el centrocampista se había dado de bruces con su peor enemigo en Oviedo, las lesiones. En la primera jornada, un esguince de rodilla con más complicaciones de las esperadas, dejó al berciano trabajando al margen del grupo durante varios meses. En la segunda vuelta, sí se convirtió en pieza de capital importancia en el esquema de Egea, casi siempre partiendo de la banda izquierda.

Por ese doloroso antecedente saltaron las alarmas en la enfermería azul al ver la acción de Valle ante el Girona. Tras comenzar la campaña a un nivel espectacular, junto a Susaeta el futbolista azul más en forma, un mal gesto en la rodilla le hizo solicitar el cambio aquel 19 de septiembre. Afortunadamente, no hubo que lamentar una lesión de gravedad y todo se quedó en un esguince de grado I en el ligamento lateral interno de su rodilla izquierda.

La sensación de tener que parar en su mejor momento dolió más que la lesión en sí, pero un objetivo aparecía en el horizonte: el partido en Ponferrada, su tierra. Tenñia por delante un mes para recuperarse. Por eso, en las últimas semanas se ha visto a Borja Valle por El Requexón trabajando en sesiones individuales con intensidad. Casi siempre acompañado de una aparatosa rodillera para proteger la zona dañada.

Los próximos entrenamientos en El Requexón se encargarán de demostrar si Valle está realmente en condiciones de aportar al equipo ya mismo. Su objetivo es empezar a tener minutos en Ponferrada para ir recuperando la mejor versión que se vio en el inicio de Liga.

Además del tono físico, al berciano le espera una nueva fase de acoplamiento al nuevo dibujo impulsado por Egea en las últimas citas. Habituado en el comienzo de Liga a actuar en la media punta por detrás de Linares, el 4-4-2 hará que Valle regrese a la banda, la zona en la que destacó la temporada pasada.