Una figura echó a correr de forma impulsiva en la banda en dirección al banquillo y el Tartiere explotó en aplausos. Fue un primer gesto de emoción contenida al saber que Diego Cervero saldría al terreno de juego, que sumaría su tercera presencia en el fútbol profesional. Quedaban tres minutos por disputarse, pero la afición lo celebró como si los suyos hubieran marcado el tercer tanto. Cada ratito (escaso, escaso) de Cervero en el césped es vitoreado por el público del Tartiere con una inusitada alegría. Es como si la gente viera en Cervero a un compañero de grada al que le han premiado con jugar unos minutos por su buen comportamiento. El papel de Cervero como animador está bien, aporta sus cosas, pero tampoco conviene olvidar sus habilidades futbolísticas. Las que le hicieron, por ejemplo, levantar al equipo de la lona en el partido de ida ante el Cádiz. O llenar la mochila de goles durante años en Segunda B. Quizás el nivel exigido en Segunda División acentúe sus debilidades pero convendría comprobarlo primero. También se decía que Cervero no valía para un equipo que quisiera subir a Segunda...