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Una victoria con encanto

El triunfo del Oviedo en Anduva, basado en el cambio de estilo impulsado por Egea, lanza al equipo en la tabla y lo refuerza en el aspecto anímico

David Fernández, en primer término, con el resto de futbolistas de la plantilla azul detrás. MARÍA GÓMEZ

Anduva, con sus 6.000 espectadores, es un estadio con encanto. Coqueto y con una ruidosa grada, la estética que envuelve a los partidos del Mirandés le convierte en el campo más "british" de la liga española. Esa mística que le rodea también le hace ser objeto de algunos mitos, leyendas urbanas alejadas de la realidad: como el que le define como un campo pequeño, un espacio reducido en el que apenas se puede combinar. En realidad, Anduva es tan largo como el Tartiere y un metro más ancho. Quizás es el juego atrevido y enérgico del Mirandés el que acabe convenciendo al rival de que allí pasa algo raro, que solo se puede salir con vida si se iguala en intensidad al rival y se prepara uno para la batalla aérea.

Le sucedió al Oviedo durante unos 55 minutos. El partido fue un sinfín de idas y venidas con un guión claro: el que había impuesto el equipo local. El Mirandés fue superior cuando jugó con sus armas, el juego directo con acumulación de hombres por dentro como señal de la casa. Como si Anduva fuera efectivamente un campo reducido en el que los jugadores locales llegaban antes a todos los balones sin dueño. Pero Egea intuyó que todo iba mal por ese camino. "En la primera parte hicimos todo al revés", reconoció al final del choque. Sabía que había que cambiar algo.

"Con la charla del entrenador al descanso logramos asentarnos", revela Aguirre, que el domingo volvía a la titularidad con la difícil misión de suplir a Borja Valle. "Egea nos transmitió tranquilidad, nos dijo que no nos quemara la pelota. Sabemos jugar al fútbol: debíamos echar el balón al piso y hacer lo nuestro", profundiza el extremo. Es el punto de inflexión en la historia. El momento en el que el vestuario se da cuenta de que debía proponer otra cosa si quería escapar de Anduva con el botín.

Los efectos no fueron inmediatos, a decir verdad. Necesitó el choque otro par de pinceladas. El primero fue la entrada en el campo de Héctor Font, un centrocampista a contracorriente con lo que se estaba viendo en el césped. La orden desde el banquillo fue clara. "El entrenador me dijo que saliera y pidiera todos los balones. Eso fue lo que intenté", explica Font con la misma claridad con la que se asocia con sus compañeros sobre el césped: Un par de frases en lugar de un par de toques.

El segundo momento fue, evidentemente, el tanto del empate. La acción subrayada por Terrazas, entrenador del Mirandés, como clave en el desenlace: "No supimos reponernos de ese tanto". Susaeta puso un balón goloso desde la banda y Toché se apuntó el rebote. Fue entonces cuando emergió el mejor Oviedo, el que no concedió ninguna opción a un Mirandés que dejó de rugir en su campo. "Tiramos de casta, ganas e ilusión. Supimos mantener el resultado y ahora estamos en una posición privilegiada", indica Font. "Aún es pronto, pero al principio de temporada nadie daba un duro por nosotros. Hay que seguir en la misma línea si queremos lograr el sueño de ascender", enfatiza Diego Aguirre.

Antes de que la euforia se dispare de forma exponencial, así es Oviedo, Font tira de experiencia y propone dosis de calma: "Hay que tener los pies en el suelo, que estoy es muy largo. Disfrutemos de este año que ha sido espectacular y ojalá el domingo nos despidamos con una victoria: nos iríamos de vacaciones con una sonrisa de oreja a oreja".

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