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El gol del hincha

En su primer partido contra el Sporting, Oli cumplió la ilusión que había alimentado de niño en las gradas del viejo Tartiere

El gol del hincha

Para un oviedista como Oli, que había crecido cantando los goles de su equipo desde uno de los fondos del viejo Tartiere, o en la tribuna de Preferencia, al lado de su abuelo, nada como el debut con la camiseta del primer equipo o marcar un gol en un partido contra el eterno rival. Los dos momentos están muy frescos en la memoria de Oliverio Jesús Álvarez González (Oviedo, 2 de abril de 1972), el último gran goleador azul de la cantera. Aunque jugó cuatro derbis más antes de irse al Betis, Oli no volvió a marcarle al Sporting en Primera División. Cuando lo consiguió, ya en Segunda, su situación era muy diferente a la de aquel domingo de junio de 1995 en el que la grada del Tartiere coreó su nombre.

A Oli le bastó una temporada en el filial para llamar la atención del entrenador que había devuelto al Oviedo a Primera División, Javier Irureta. No lo tuvo fácil porque en la temporada 1992-93 Irureta tenía cuatro delanteros tan renombrados como Carlos, Lacatus, Jankovic y Sarriugarte. Un partido de Copa, frente al Racing en el Tartiere, le abrió repentinamente la puerta, al unir un gol en su debut con la grave lesión de Sarriugarte, que sufrió la rotura del ligamento cruzado de la rodilla. Poco después, el 10 de enero de 1993, le llegó la oportunidad que siempre había soñado.

Irureta recurrió a Oli cuando Carlos se unió a la lista de bajas para el partido frente al Albacete en el Tartiere. La marcha del partido, con empate a cero avanzado el segundo tiempo, fue su mejor aliado: "Cuando Jabo me mandó a calentar estaba como un flan. No hacía más que mirar a Rubiera, el utillero, para entrar". Cuando, por fin, a falta de un cuarto de hora llegó su oportunidad, Oli se sintió en la gloria: "Sustituí a Jankovic y formé pareja con Lacatus, que era campeón de Europa. Me marcó Santi Denia y no tuve ninguna ocasión. Acabamos 0-0".

Irureta fue despedido poco después y Oli no jugó ningún partido más con el primer equipo, pero siguió haciendo méritos en el filial, formando una gran pareja goleadora con Javi Prendes. En lasiguiente temporada Radomir Antic le alineó en cuatro partidos y empezó a sentirse jugador del primer equipo coincidiendo con su estreno goleador, un 29 de enero de 1995, cuando logró un "hat-trick", curiosamente también con el Racing como rival.

Aunque a partir de ese momento fue titular, se perdió el derbi de la primera vuelta en El Molinón por sanción. Así que en la penúltima jornada de la Liga 1994-95, cuando el Sporting visitó el Tartiere, Oli sintió un cosquilleo especial. Había visto muchos partidos de rivalidad, con su camiseta azul, en los dos campos, y aquel 11 de junio iba a ser protagonista. El partido llegaba, además, con el Oviedo en mitad de la tabla y el Sporting ya más preocupado de preparar la promoción de permanencia. La supremacía regional había dado un vuelco.

"Berto me decía que él nunca había perdido un derbi", destaca Oli, que iba a ser el encargado de alargar la racha. Tiene muy nítido aquel partido, con el viejo Tartiere lleno pese a la escasa presencia de seguidores gijoneses: "Fue una falta desde la banda izquierda. Sietes la tocó en corto para Prosinecki, que le pegó fuerte, de arriba a abajo, y le botó delante a Ramón, que no pudo sujetar el balón. Me adelanté a Marcelino y marqué un poco a trompicones".

Oli reconoce que no fue un gol muy estético, pero de todas formas inolvidable para él: "Cogí el balón y fui a la zona del banquillo del Sporting para celebrarlo con mi abuelo, que siempre se ponía detrás". Faltando nueve minutos, Oli se marchó aclamado cuando Radomir Antic decidió dar la alternativa a otro canterano, Iván Ania. El delantero se quedó en el banquillo y al acabar el partido volvió al campo para celebrar con la afición de "su" fondo la victoria y la despedida de una buena temporada.

"Nos quedamos con la espina de no clasificarnos para la Copa de la UEFA", se lamenta aún hoy Oli, que pone por las nubes a sus compañeros: "Teníamos jugadores impresionantes, como Prosinecki, Jokanovic, Carlos, Jerkan o Cristóbal. Y gente de la cantera, que en algún caso después fuimos traspasados. Disfruté mucho jugando al fútbol aquella temporada. Desde que empecé a ir al fútbol, con 7 años, no vi un equipo del Oviedo como aquel. Lo de Prosinecki era un espectáculo, sobre todo en el Tartiere".

Oli continuó su progresión y fue traspasado al Betis al final de la temporada 1996-97, en la que consiguió 20 goles y abrió las puertas de la selección. Sólo jugó un partido completo y tuvo que ser en El Molinón, que le recibió con silbidos, que él justifica: "Los goleadores siempre son las bestias negras de los rivales".

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