En el círculo de las personas más cercanas al día a día del Real Oviedo -empleados del club, periodistas y aficionados acérrimos- hay desde hace algún tiempo una coña recurrente y cariñosa en torno a Sergio Egea. Dicen que siempre que interviene en público utiliza la palabra "institución" para referirse al club y, cuando la pronuncia, todos la celebran con una sonrisa. Hay dos lecturas de esta anécdota. La primera es que bendito sea un entrenador tan respetuoso y comedido en sus declaraciones. La segunda, que es el señor Egea el primero en verbalizar el nuevo status del Real Oviedo.

Porque el equipo azul hace tiempo que dejó de ser un club de fútbol para transformarse en algo mayor, más trascendente y global. Aquella entidad que descendió a Tercera y penó por los barrizales ha regresado a la Liga de Fútbol Profesional convertida en una Institución. Así, con mayúsculas. El Real Oviedo tiene ahora una fuerza, una penetración en la sociedad y una capacidad de movilización que va mucho más allá de los días de partido.

Para encontrar una explicación a esa madurez, a ese desarrollo institucional, podemos recurrir al mapa elaborado estos días pasados por el periodista (y personaje de antología) Sergio Cortina, en el que marcaba todos los lugares en los que el Real Oviedo jugó en sus temporadas en el infierno. En cada punto de ese mapa hay una muesca en el carácter del Oviedismo. Una lección aprendida. Un paso dado. Nombres de ciudades y pueblos en cuyos campos jugamos -por lo general con empate entre la pena y la gloria- y que así, sin llamarnos la atención, se fueron incrustando en nuestro ADN.

Ahora que todos los estadios vienen con asientos y techo y que la nube negra se esconde tras el Aramo, conviene felicitarse por lo conseguido. Porque hubo un tiempo que para ser del Real Oviedo había que ser muy valiente o muy inconsciente y en el que cada final de temporada olía a chamusquina. Y de repente nos ha pasado como cuando un hijo o una sobrina díscolos dan un cambio en unos meses y te das cuenta de que coño, los esfuerzos han merecido la pena, que no los has educado tan mal y que con un poco de suerte se desenvolverán por la vida sin problemas. Cuando uno ve a la cantidad de niños con camisetas azules por la calle (hace no tanto tiempo estaban en peligro de extinción) o, por ejemplo, el gran número de escudos del Real Oviedo que corren en la San Silvestre o que hay un tipo que se va a desplazar a California para ver el debut de Diegui con la selección de Islandia se cerciora de que, efectivamente, ya nunca más seremos únicamente un club, y sí una institución. Lo cual tiene la ventaja de darte otras dimensiones y la desventaja de obligarte a un permanente decoro, tanto dentro como fuera.

La expresión "repartir carnets" también se ha usado mucho últimamente entre el Oviedismo. No conozco nadie salvo el equipo liderado por Vicky Rubiera capaz de expedirlos pero, si se tratara de un juego simbólico, sí sé de varias personas que podrían repartirlos equivocándose en un porcentaje muy pequeño. Y entre ellos estarían todos los que sufrieron en estos años de dolorosas derrotas y continuas decepciones. Los que pensaban que éste era el mejor equipo del mundo en Primera, en Segunda y en Tercera. Los que se subieron en marcha porque entendieron que se trataba de algo único. Los que van a seguir bajando a El Requexón esté donde esté. Los que fueron a romper la hucha para poner 10,75 euros. Y también el Grupo Carso, que supo ver a miles de kilómetros de distancia lo que muchos negaban teniéndolo delante.

Lo que venga a partir de ahora será completamente distinto. Toca crecer sin olvidar los errores, pero crecer. Y es un buen momento para echar la vista atrás y felicitarnos todos por el trabajo realizado, por haber no sólo conseguido salvar al club, sino también moldearlo de una forma más o menos parecida al sentimiento general de esos 10.000 que conformamos el núcleo azul de esta fuerte pasión.

Tantas lágrimas, tantos miedos, tanta lucha... Resulta que han merecido (y mucho) la pena. Enhorabuena a ti, que lees esto y sabes dónde estabas cuando había que dar la cara, que pusiste de tu parte para salvar al equipo y que lo volverías a hacer las veces que fueran necesarias. Creíamos que luchábamos por un sentimiento y resulta que se trataba de algo aún más grande. Nos llevó casi trece años fundar una Institución, y ahora ahí está, avanzando con paso firme. Hacer historia cuesta, pero recompensa.