Los equipos amarrados a la zona alta se acostumbran a sumar. Puntúan por inercia, como si fuera parte de la rutina. Lo hacen cuando juegan bien, regular y mal. Los conjuntos al alza también saben resistir las embestidas de los rivales. Cuando toca apoyarse en las cuerdas, saben amortiguar los golpes. Ayer, el Oviedo fue maniatado durante la primera media hora por un enérgico Girona, equipo con más méritos de los que revela la tabla. Superó el bache para imponerse poco a poco a su rival y estar muy cerca de llevarse el botín. Solo una acción aislada, e imprevista, de Alcalá en la recta final evitó que el plan saliera a la perfección. El saldo se quedó en Montilivi en un punto. El caso es sumar. Por eso de no abandonar los buenos hábitos.

La primera media hora, ya se ha dicho, fue completamente local, aunque sin ocasiones llamativas. La excepción fue un remate de Mata a los dos minutos tras un gran servicio de Herrera desde la izquierda. Prometía el encuentro emociones fuertes, pero el prólogo fue engañoso.

Se hizo el Girona con el mando, con las bandas como aliadas y el corpulento Mata como estilete. La pelea de Vila y David Fernández con el delantero del Girona, áspera aunque noble, podría promocionar el Seis Naciones de rugby. Pasó esa media hora de agobio y el Oviedo cogió aire. Había cedido 30 minutos, quizás por el empuje local, pero había superado el asedio sin rasguños en la muralla. Con un centro del campo poblado de talento, parecía claro que el equipo debía coger confianza con la pelota.

Porque Egea plantó un 4-1-4-1 para ganar la batalla del centro del campo. Da la impresión de que influyó en su decisión el sistema del Girona, con excedente de centrocampistas, tanto como la prometedora irrupción de Míchel. Los dos delanteros ya no es un principio inquebrantable. Míchel empezó a aparecer entre líneas a la media hora. El valenciano se expresa con monosílabos: se le entiende mejor al primer toque. Bedia retrasó su posición para tener la batuta y el equipo se sacudió el dominio. Un centro de Aguirre y un chut débil de Susaeta fueron el escaso bagaje. El partido había cambiado.

Y el inicio de la segunda siguió los mismos derroteros. Como en el fogonazo inicial, también tras el descanso se vio un intenso intercambio de golpes. A los 48, Aguirre volvió a conectar con Míchel pero su disparo se fue desviado. A continuación, marcó el Girona. Pero Granell estaba en posición adelantada. Turno para el Oviedo: Balón suelto en el área que Bedia toca con la puntera justo antes de ser arrollado. Penalti. Susaeta convierte con maestría para hacer el 0-1, Del trepidante pulso, los carbayones salieron mejor parados.

El golpe atontó al Girona. El Oviedo tenía la intención de machacar a la contra. Los ofensivos carrileros del Girona se prestaban a ello. Llegó entonces la acción aislada. Una falta lejana que el fornido Alcalá aprovechó para presentar su cañón. El libre ni siquiera es el encargado de las faltas, pero en ausencia del especialista asumió el mando. Cosas del fútbol. El trallazo y un bloqueo demasiado efusivo a la barrera hicieron imposible la estirada de Esteban.

Y ahí el partido enloqueció. Machín y Egea, del movimiento anti-empate, no ayudaron a poner cordura. El centro del campo se convirtió en zona de paso. Clerc llegó tarde al remate un minuto antes de que Toché lo intentara en una arrancada de furia y dos antes de que Lekic no encontrara hueco para su misil. Sin tiempo para asimilarlo, Hervías encaró y chutó cruzado. Sin acierto en las áreas, el partido murió con un empate que premió la valentía final con menos renta de la que esperaban los contendientes. Pero al menos la rutina de sumar se mantiene firme. Ya son once semanas seguidas.