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La catarsis del Tartiere

La goleada del Elche al Oviedo en 2002 (3-6), que causó incidentes en el estadio y la ruptura con el consejo, fue un punto de inflexión para el club

Invasión de aficionados al Tartiere, en el partido ante el Elche de 2002. LNE

La situación fue tan caótica que Oli, blanco de muchas iras, tuvo que abandonar el Tartiere en el autobús del Elche. Aquel encuentro entre el Oviedo y el conjunto ilicitano del 21 de abril de 2002 fue para muchos una catarsis a la que se sometió el oviedismo para decir basta a una situación de ruptura total con la directiva. Se tomó entonces como un punto de inflexión, el incidente desde el que volver a crecer. No era consciente el aficionado de que lo peor aún estaba por llegar.

La penúltima vez que el Elche, rival de este domingo, visitó el Tartiere fue en una tarde en la que estalló la afición. La ruptura con el consejo, presidido por Eugenio Prieto, era ya evidente pero el equipo se agarraba a sus últimas opciones para regresar a Primera. Un año antes, el Oviedo había descendido de la máxima categoría y la apuesta al curso siguiente fue la de mantener el bloque, las vacas sagradas, en busca de un ascenso inmediato que minimizara el perjuicio económico. No salió bien.

Y parte de aquel fracaso se gestó en la visita del Elche. Los de Marigil necesitaban ganar para seguir optando al ascenso pero se fueron al descanso con un doloroso 0-3. El cuarto gol visitante, al inicio de la segunda parte, fue aclamado con aplausos por la grada. El punto de mira se desvió del campo cuando, con el partido sentenciado, se ordenó retirar una pancarta que rezaba "Consejo dimisión". Fue la gota que colmó el vaso. El foco se sitúo en el palco, hasta donde acudieron decenas de aficionados enfurecidos.

El Oviedo, paradójicamente, se metió en el partido con el inicio del caos, hasta situarse 3-5 con dos goles de Oli y uno de Amieva, aunque el Elche firmó la sentencia con el sexto. El resultado dejó a los azules con escasas opciones de ascenso: quintos, a cinco puntos del ascenso directo (por entonces subían a Primera los tres primeros clasificados). El golpe anímico, en todo caso, fue más duro que el clasificatorio.

El final del choque dio paso a nuevas escenas de tensión. Decenas de aficionados invadieron el césped y se produjeron enfrentamientos con la policía. La salida de los jugadores del estadio tampoco fue tranquila. La mayoría de los futbolistas fueron aclamados cuando abandonaron el estadio, pero no todos tuvieron esa suerte. Oli logró pasar desapercibido gracias a su amistad con Valerio, meta del Elche. Peor parado salió Nadj, frenado por los seguidores en su coche. El vehículo recibió diversos golpes y el yugoslavo se encaró con algunos de los que protestaban.

"Perdimos los papeles de forma incomprensible", acertó a analizar Marigil tras el choque. "Estar jugando, mirar a la tribuna y ver que la gente está mirando para otro lado es una sensación de humillación total, de desgana y de impotencia", señaló entonces el central Gurrutxaga. Nadj, un día después de los incidentes, había asimilado lo ocurrido: "No he vivido algo así en mis 12 años de profesional. La reacción de la afición fue desagradable pero lógica".

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