Egea solo tiene que analizar lo que puede pasar en el campo y echar un ojo a sus apuntes. Porque su libreta siempre tiene una solución. Por si no había quedado suficientemente claro, ante el Elche se vio otro ejemplo. El técnico apostó de inicio por un 4-2-3-1 con el que agrupar al equipo en torno a la pelota. Funcionó en cuanto al juego aunque falló el acierto. Por eso, viendo que el encuentro se trababa en la segunda mitad, Egea decidió cambiar su apuesta al 4-4-2, el sistema que premia a los delanteros. El 3-0 final demuestra que la libreta del entrenador también suma puntos.
El trabajo en El Requexón y el estudio de los rivales el que aconseja el sistema a usar y los nombres a emplear. Semana tras semana, a Egea se le plantea la misma disyuntiva. ¿Cuál es el sistema más adecuado a usar? El 4-2-3-1 y el 4-4-2 tiene sus ventajas e inconvenientes. De Egea depende adecuar cada dibujo al momento del partido.
Míchel cambia los planes. El sistema con dos delanteros ha sido el preferido por Egea la mayor parte de la temporada actual. Lo descubrió en Valladolid con una victoria de prestigio: 2-3. Se justificó en su momento el argentino en que con una plantilla con delanteros de nivel (Toché, Linares, Koné y Cervero) debía premiar la presencia de arietes. Una salida práctica. Y el asunto funcionó desde el principio.
Pero la perspectiva ha cambiado desde el mercado de invierno. El Oviedo fichó a Míchel, futbolista con talento excepcional y kilómetros en Primera. Había que adecuarle el mejor espacio posible, que se sintiera cómodo. Y reapareció la figura del media punta en el 4-2-3-1 que los azules han empleado en las dos últimas citas. Míchel representa el rol de Héctor Font, ahora en un segundo plano para el cuerpo técnico, la temporada pasada en el curso que acabó en ascenso.
Posesión contra verticalidad. Egea siempre se ha definido como un técnico resultadista, en el sentido más literal del término, pero desde su llegada al Oviedo ha pregonado que le gustan los equipos ofensivos y que quieren tener la pelota. El 4-2-3-1 le permite ejercer el control del rival a partir de la posesión. Los dos pivotes se juntan a Míchel para tejer un centro del campo en el que es fácil asociarse. Las alternativas en las posiciones centrales son múltiples. El perfil más clásico de los Vila, Erice, Rivera u Omgba o la confianza en el talento de los Míchel, Bedia o Font.
El sistema con dos delanteros trata de llegar cuanto antes al marco rival. La batalla de la posesión parece perdida de antemano pero lo que se pretende es que sucedan cosas en el área. El Oviedo del 4-4-2 juega más rápido, más vertical y mira hacia los delanteros. Muchas defensas rivales, acostumbradas a emplearse ante un solo delantero, les cuesta vigilar a dos arietes puros.
La labor de los extremos. Susaeta y Borja Valle (o Aguirre y Hervías cuando la situación lo requiere) matizan su función dependiendo del dibujo. El 4-4-2 les obliga a algo más de esfuerzo defensivo, de ayuda a los dos pivotes que están más desprotegidos. La tónica es que el rival de turno disponga de más efectivos en el centro del campo, de ahí la presunta debilidad en el medio.
Valle es el que mejor interpreta el rol, con frecuentes ayudas al centro para contener al rival. Con la posesión, los extremos buscarán el espacio antes que combinar en el medio. Se trata de ganar la posición y poner centros. Con Toché y Koné cerca de la meta rival (o Linares y Cervero), lanzar balones al área parece una apuesta segura.
El 4-2-3-1 da más libertad a los extremos, sobre todo sin la pelota. Míchel no está exento del trabajo, es disciplinado cuando toca replegar. La ayuda del valenciano al doble pivote permite que los dos extremos no estén tan atados en la fase defensiva. También participan más del juego de creación. Este dibujo ayuda al Oviedo a ganar la batalla del centro del campo.
