En esta vida uno guarda en la mente una serie de fechas. Suelen tener que ver con los lazos afectivos o con momentos vividos. Hay algunas que te vienen dadas, como los cumpleaños familiares, y otras que vas incorporando a la mochila de la existencia: los aniversarios de una pareja (si se tiene el superpoder de recordarlos) o el recuerdo de alguna circunstancia de esas que nos une a todos en torno a un "¿dónde estabas cuando...?", por ejemplo. Y luego hay fechas que cobran importancia sin que uno se lo espere.

Para los oviedistas el 26 de marzo de 1926 era un día más en la historia hasta que fue necesario rescatarlo del olvido para asegurar la supervivencia del club. No nos vamos a hacer trampas al solitario. Nuestra veneración por el pasado arrancó cuando la necesitamos, y de ahí surgió, afortunadamente, una corriente que ha ido recuperando figuras e historias que explican de alguna forma lo que hoy somos. El Real Oviedo empezó a salvarse el día en que se decidió celebrar cada aniversario como si fuera el último.

El 1926 se ha incorporado al Oviedismo de una forma natural. Está presente en la marca como parte de su esencia y en torno al 26 de marzo se sigue construyendo cultura de club. Algunos sonreímos cuando vemos en el móvil las 19:26, hacemos una foto de la hora (una cosa muy lógica y muy cuerda) y se la mandamos a algún amigo. Incluso hemos desarrollado una intuición mágica para identificar el 1926 en cualquier texto, de tal manera que cuando leemos un obituario y la fecha de nacimiento del finado coincide con el año de fundación del club, elaboramos una compleja conexión mental entre ambos (todo muy sensato).

Escuchamos a veces con los dientes largos historias de clubes europeos que cuidan su historia y generan leyendas. Nosotros también estamos creando la nuestra: si el Liverpool, por poner un ejemplo, tuviera un bosque en el que se plantara cada año un nuevo árbol, la iniciativa estaría ya desde hace años en los altares del fútbol. Pero el Bosque Oviedista no está a orillas del Mersey, sino en La Ería. O la ofrenda floral a Armando Barbón, que cada año ennoblece el alma del club.

Y todo lo que ha sucedido en estos pasados días con la dimisión de Sergio Egea confirma que esta afición sigue viva y que somos un club diferente y no queremos dejar de serlo. En puestos de promoción, el Oviedismo ha dicho "a mí esto no me gusta", y seguramente se lo haga saber a los jugadores y a la entidad antes del comienzo del partido ante la Ponferradina. Este tipo de cosas -la crítica constructiva- son muy sanas. Y fortalecen a las instituciones, aunque en el momento duelan. La incondicionalidad a ciegas no es rentable a largo plazo. Como tampoco lo es anteponer filias y fobias personales al bien del equipo.

"Ay de un club que no cultive sus nostalgias", advertía el dramaturgo brasileño Nelson Rodrigues. Nosotros empezamos a hacerlo cuando llegábamos a los 80 y, en poco más de una década, nos hemos puesto a la vanguardia. Qué bien que nos fuera tan mal para poder disfrutar de lo que tenemos ahora. Cultivemos la nostalgia y miremos al futuro, porque tiene una pinta fantástica. Felicidades a todos los que el 26 de marzo celebramos el cumpleaños de ese extraño familiar llamado Real Oviedo.