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El chupinazo de Bango

Un gol del centrocampista dio la victoria al Oviedo frente al Génova en el debut azul en la Copa de la UEFA, en plenas fiestas de San Mateo de 1991

Equipo inicial del Oviedo en el partido de ida frente al Génova. De pie, por la izquierda, Viti, Jerkan, Gorriarán, Luis Manuel y Zúñiga; agachados, Lacatus, Elcacho, Bango, Viñals, Berto y Carlos. LNE

Poco después del desfile del "Día de América" en Asturias, aquel 19 de septiembre de 1991 se vivió en Oviedo un acontecimiento que llevó las fiestas de San Mateo a otra dimensión. Era el día del debut del equipo azul en la Copa de la UEFA, con seis mil aficionados del Génova colapsando el aeropuerto de Asturias y animando, aún más, las calles de la ciudad. Seis mil gargantas que enmudecieron en el minuto 44, cuando un gijonés de 23 años recién cumplidos estampó un remate en la red del guardameta Braglia. De esa forma, el nombre de Ricardo Bango quedaba para siempre en la historia de un equipo en el que jugó durante nueve temporadas, en dos etapas.

Ricardo González Bango (Gijón, 18 de septiembre de 1968) pasó directamente de un equipo de colegio, el Inmaculada, al Oviedo. En realidad fichó por el filial, pero muy pronto empezó a alternar con el primer equipo. Con su ayuda, el club pasó de la depresión absoluta de un descenso en 1986, no consumado gracias a una reestructuración, a la inesperada vuelta a Primera en 1988. En lo personal, de esos dos años a Bango le queda su doble debut, en el Tartiere frente a Las Palmas en la Copa del Rey y en la Liga en Castellón.

En la temporada 1987-88 sólo jugó cuatro partidos de Liga, pero el destino le reservó un papel importante a la hora de la verdad. "Se lesionó Vili en el partido de ida y jugué el resto de la eliminatoria con el Mallorca", señala Bango, que pasó de meritorio en Segunda a titular en Primera División. Su progresiva ascendencia quedó reflejada en los once goles que logró en la Liga1990-91, importantes para que el Oviedo sacase por primera vez el pasaporte europeo.

Bango siempre había jugado de defensa central hasta que Carrete le probó como mediocentro. Irureta le adelantó aún más para aprovechar sus cualidades: "La forma de jugar del Oviedo era ideal para mí porque Berto desbordaba veinte veces por banda en cada partido y yo llegaba mucho al área para rematar sus centros". Con eso, un Carlos en vena goleadora y un sistema defensivo afinadísimo, el Oviedo de Irureta se convirtió en un dolor de cabeza para cualquier rival, sobre todo en el Carlos Tartiere. "Ganamos muchos partidos por 1-0", apunta Bango.

El premio fue la plaza para la UEFA, que deparó un rival atractivo, el Génova, en una fecha importante para Oviedo y para Bango. "Pasé mi cumpleaños en la concentración, pero no reparé en él ni en el barullo que había en la ciudad por San Mateo. Era muy joven y el fútbol me absorbía por completo. Estaba en la habitación con Luis Manuel y sólo hablábamos del partido. Los dos habíamos debutado ya con la sub-21, pero era nuestro reto más importante".

La compañía de Luis Manuel, "una persona tan tranquila como yo", ayudó a Bango a consumir sin ansiedad las horas previas al partido. Sobre el césped lo vivió intensamente: "En los primeros quince o veinte minutos me pareció que el Génova era un equipo mucho más fuerte que el nuestro, pero a partir de la media hora esa sensación empezó a cambiar". Y al borde del descanso llegó el momento mágico: "Fue en un córner ensayado. Un compañero basculaba y yo entraba al primer palo, donde rematé de cabeza. El balón pegó en la espalda de un defensa y, según caía, lo enganché de volea".

El Génova apretó en la segunda parte y tuvo alguna ocasión, pero el gol de Bango elevó las expectativas de una nueva eliminatoria para el Oviedo. Una impresión que se reforzó hasta el intermedio del partido de vuelta. "Nunca en mi carrera tuve tal sensación de superioridad como en el primer tiempo de Génova", destaca Bango, que ni siquiera da importancia al 1-0 de Skuhravy a los veinte minutos. "Cuando marca Carlos" (minuto 38) "la sensación es de desplome total del contrario. No sólo yo, lo comentábamos todos en el vestuario en el descanso".

El inicio de la segunda parte confirmó esa impresión, pero al final todo se fue al garete. Y no sólo por las decisiones del alemán Smidhuber, como apunta Bango: "El árbitro influyó, pero también fue culpa nuestra". La expulsión de Lacatus en el minuto 62, el 2-1 en una jugada aislada en el 71 y, casi sobre la bocina, el mazazo del tercer gol de Skuhravy. "Fue un palo gordísimo. Por supuesto que hubiese cambiado mi gol por pasar la eliminatoria".

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