El vaivén de sensaciones marca de la casa del oviedismo fue intenso en la década de los 60. El equipo logró un tercer puesto en Primera antes de descender y estancarse en su intento de regresar a la élite. Los 70 comienzan con la sensación de ansiedad, otro clásico en el club azul, por querer recuperar cuanto antes un lugar en la élite para una entidad acostumbrada a tiempos mejores. Pero el camino de regreso no sería sencillo.

La entrada en la década es decepcionante. Desde el primer momento. El Oviedo visita al San Andrés de Barcelona en la primera jornada de la temporada 1970-71. La diferencia entre ambas entidades no se nota en el terreno de juego y los azules pierden 2-0. No sería un accidente aislado. La campaña es un desastre. Hasta tres entrenadores dirigen al Oviedo: Leiva, Andoain y Toni Cuervo. Los azules acaban 14º y se ven obligados a jugar la promoción para evitar el descenso a Tercera. Del Cueto y Galán anotan en la ida ante el Palencia (2-0) y en la vuelta, el 1-2 con dos dianas de Galán salvan el match-ball.

El Oviedo respiró tranquilo y aprendió de la experiencia. La primera medida fue bajar el nivel de exigencia. Para la 71-72 al equipo dirigido por Eduardo Toba solo se le pedía la permanencia. Fue una estrategia adecuada. Los azules firman una campaña excelente al recuperar una de las viejas fórmulas: convertir al Tartiere en feudo inexpugnable. Los azules disputan 19 encuentros ante su gente, ganan 15 y empatan 4. No pierden un solo partido. Las seis victorias fuera sirven para proclamar a los azules campeones de Segunda, con 51 puntos. La campaña del ascenso tuvo a Galán, 22 goles, como estilete.

La 72-73 es una temporada, la del regreso, buena para los azules. El equipo se muestra algo irregular, lógico para un recién ascendido, lo que provoca que Barinaga releve a Toba en el banquillo. El Oviedo acaba 12º y muestra al fútbol nacional a un delantero contundente en el área. Marianín, el "jabalí del Bierzo", se impone a las dudas del Tartiere a base de goles: 20 en 34 partidos, el máximo goleador de Primera.

Las buenas vibraciones se rompen a la siguiente temporada. Barinaga sigue al frente en la 73-74 y el Oviedo tiene un rendimiento malo: acaba último, con solo nueve victorias. Para la 74-75 llega al banquillo Vicente Miera. La reacción es inmediata. El cántabro da con la tecla: el bloque por encima de todo. El Oviedo, con 52 puntos, acaba campeón. Marianín mantiene su idilio con las metas contrarias y hace 20 goles. Y continúa la montaña rusa de emociones. La irrupción del Oviedo de Miera en Primera, 75-76, no tiene continuidad. Y eso que el inicio muestra a un equipo peleón que logra igualar sin goles con el poderoso Madrid, posteriormente campeón. El Oviedo acaba el 16º y desciende,

La directiva decide mantener el bloque para intentar que el paso por Segunda sea efímero. La lesión de Marianín no ayuda en el inicio pero el equipo, sin excesivo buen juego, logra colarse en el sprint por el ascenso. Para lograr la meta, debe ganar al Sporting en el Tartiere en la penúltima jornada. En un polémico derbi, los rojiblancos se imponen por 1-2 y dejan a los azules fuera del ascenso: acaban quintos.

Peor sería la siguiente temporada, 77-78, una de las más oscuras en la historia del Oviedo. El equipo desciende a Segunda B, un drama para una entidad con semejante tradición. Ruiz Sosa no da con la tecla desde el banquillo y Barinaga, que le sustituye, no arregla el desaguisado. La rotura de tibia y peroné de Galán fue muy dolorosa para el equipo.

El paso por Segunda B solo dura una campaña. Vuelve a Segunda en la 78-79, con un equipo dirigido por Lalo primero y por Diestro y García Lavilla después. El recordado gol de Atilano ante el Mirandés hace posible la carambola y el Oviedo regresa a Segunda con mucho sufrimiento. En la 79-80, los azules retoman el pulso a Segunda con un insulso 11º puesto.