No era el más rápido, no tenía el mejor regate. No contaba con un disparo espectacular. Tampoco es que fuera muy estético. Lo suyo tenía que ver con superar obstáculos. La carrera de Diego Cervero en el Oviedo fue un ejemplo de superación constante. Él fue uno de los valientes que firmaron un contrato en blanco en el verano de 2003 para no dejar que el club muriera. Tras una carrera de idas y venidas (salió dos veces del club para regresar después), un cabezazo suyo en la promoción ante el Cádiz fue vital para que el Oviedo regresara a Segunda División.