El secreto puede que esté en la naturalidad con la que pisó el césped de El Requexón unas horas antes de darse un baño de masas en el Carlos Tartiere. Michu era el centro de atención, un ídolo para todos los presentes, pero en su rostro sólo había relajación, tranquilidad, paz. La del hijo pródigo que regresa a casa, la del que ha recorrido un largo camino para por fin estar en el lugar en el que quería estar. La del que sabe que nadie le va a querer más que la afición del Tartiere. La del héroe al que todo el mundo cree cuando dice que se va a dejar la vida por los colores del Oviedo.

Michu tiene la ventaja de haber demostrado su amor a un escudo cuando había algo en juego y un precio que pagar por ello. La afición se lo agradeció por todo lo alto en el día más esperado: el de su presentación como nuevo jugador del Oviedo. La del regreso a casa. El día fue muy especial y algunos de los alrededor de 4.500 espectadores que se desplazaron al Tartiere no pudieron contener las lágrimas. La emoción se notaba en el ambiente, sin necesidad de que nadie dijera nada. Que a Michu le quiere la gente del Tartiere es algo evidente.

Pero a él, al protagonista, se le vio siempre tranquilo. No parecía cargado de presión ante tantas expectativas sino liberado, como si tuviera la completa seguridad de que a partir de ahora todo va a salir bien. La rueda de prensa previa a saltar al Tartiere vestido de azul fue también toda una declaración de intenciones. Jorge Menéndez Vallina, presidente del club, no podía ocultar la satisfacción que le producía haber traído al hijo pródigo de vuelta.

La puesta en escena estuvo bien calculada por parte del protagonista. Ante la prensa apareció con una camiseta de Lángara. Una de estilo retro en la que se ve el dibujo del gran goleador azul. La declaración de intenciones estaba clara. A Michu se le achaca ser una persona tímida, reservada, de pocas palabras. No lo pareció ayer durante la rueda de prensa. Las palabras le salían con fluidez. El mensaje estaba claro.

Ahora falta el fútbol. Michu ya se entrenó ayer con sus compañeros, se le vio bien, sonriente, a gusto. Completó una sesión corta, en la que se le vio sonreír constantemente, bromear con unos compañeros con los que le quedan muchas batallas que librar. El ídolo ha vuelto. Y avisó de que quiere marcar su primer gol si es posible ya el sábado ante el Almería. Pero también advirtió de que si es necesario se encargará de dar agua a un compañero.