La mesura recomienda no mirar a la tabla, pero la tentación es evidente. La clasificación es ese indicador que todos ignoran cuando van mal dadas y que se luce en los buenos momentos. El discurso oficial que nace desde el vestuario del Oviedo rechaza hacer mucho caso a la clasificación, pero en privado el discurso cambia. Los últimos resultados han afianzado las opciones de los azules de cara al play-off (el Oviedo es séptimo), el objetivo que no se dice pero que todos tienen en mente. Pero el efecto más importante va directo a la moral del grupo: la confianza crece al mismo ritmo que el equipo escala posiciones.

La mejoría azul tiene una lectura futbolística clara, la reacción ha llegado con un cambio de sistema y con retoques introducidos por el entrenador. En las tres últimas jornadas, aunque con matices en el partido ante el Numancia, el Oviedo se ha mostrado como un conjunto más práctico y sólido. Aunque la asignatura pendiente sigue siendo la continuidad en el juego.

El punto de partida de la reacción se sitúa en Cádiz, plaza mágica para el oviedismo en los últimos tiempos. El Oviedo era penúltimo a un punto del colista cuando el partido del Carranza echó a andar. La presión era evidente a pesar de que todas las voces indicaban ya la necesidad de no hacerle mucho caso a la clasificación. Hierro decidió armar su equipo en el Carranza, ponerle una coraza en el centro del campo para proteger la zaga y ganar medios con poso para jugar el balón. El plan salió a la perfección y el equipo ganó fuera de casa después de mucho tiempo: diciembre de 2015.

El descubrimiento no tuvo la continuación deseada, al menos de forma inmediata. El Numancia, incómodo y bien plantado, supo jugar sus cartas y se llevó un empate del Tartiere. El punto se consideró una decepción pero el calendario echó una mano con otro encuentro en casa, el del domingo ante el Rayo. Los azules regresaron a su versión más efectiva, cediendo la pelota y metros a los madrileños. Había que hacer daño por sorpresa.

Al nuevo registro de los azules le ha seguido una apuesta decidida por un once definido. En algunos casos, con hombres que hasta ese momento contaban poco. El ejemplo más claro es el de Linares, suplente de Toché en el inicio de competición, que ha entrado haciéndose un hueco en el banda. El aragonés responde con trabajo y goles. Christian Fernández es otro caso. El lateral estaba inédito en la Liga hasta que una lesión de Peña le hizo entrar en Cádiz. Desde entonces le ha ganado la carrera por la titularidad a Varela.

Con matices dependiendo del rival, Hierro parece haber encontrado el camino con un 4-1-4-1 con algunas claves. Verdés es el jefe en la zaga, Lucas Torró se encarga del equilibrio en el centro del campo y Toché sigue siendo el destino de todos los balones que se acercan a la meta rival. Junto a ellos, Michu sigue creciendo en cada partido y empieza a dar puntos.

La victoria y las sensaciones levantan la moral del grupo, algo tocada tras los dos primeros meses de competición en los que al equipo le faltó continuidad en su juego. "El del Rayo fue un partido muy completo", reflexiona David Fernández, "por varias razones: buen resultado, ante nuestra gente, dejando la portería a cero? Tuvimos el encuentro controlado". En análisis del buen momento del central también se inicia en el Carranza. "El de Cádiz puede ser un buen punto de inflexión. Ganamos fuera de casa después de tanto tiempo, con un gran choque y ese resultado nos dio confianza", analiza. "Desde entonces, estamos viendo a un Oviedo más sólido", corona.

El equipo está a un punto del play-off, y el encuentro del sábado parece una clara invitación a asaltar los puestos de promoción. Los azules viajan a Girona para enfrentarse al sexto clasificado en la tabla. Supondría un empujón anímico importante, aunque de momento nadie haga referencia a la tabla.