A Jonathan Pereira las cosas siempre le han sucedido a toda mecha. Se fue de casa con 12 años. Le esperaba el Villarreal con la promesa de forjar una importante carrera después de que en sus primeros pasos en el Unión Deportiva Santa Mariña se viera el boceto de un delantero con chispa. A los 16 ya estaba en el filial, encarando el penúltimo escalón. Incluso su presentación en Primera fue eléctrica. Pellegrini le dio la alternativa en octubre de 2006, ante el Levante, y el delantero no tardó en responder: batió a Molina a los 20 segundos. Otra vez ante el conjunto valenciano, esta vez en Segunda y con más poso a sus 29 años, Pereira volvió a demostrar el sábado en el Tartiere que le queda fútbol para regresar al lugar que apuntó en sus inicios.

La ausencia de Toché obligaba a revisar la hoja de alineaciones una hora antes del partido. El gallego era el elegido para hacer de nueve. Y con esa responsabilidad, completó su mejor actuación desde que está en Oviedo. Dio la asistencia del primer gol, anotó el segundo y fue un incordio permanente. La actuación tuvo algo de reivindicación personal, de demostración de que la mejor versión del gallego (aquella que le llevó a las categorías inferiores de la selección) puede regresar.

Porque la carrera deportiva de Pereira presenta altibajos. Hacer las cosas tan deprisa le hizo ir quemando etapas antes de lo esperado. El curso pasado, y después de unos años intentando reubicarse, decidió jugar una temporada en el Lugo. Algo así como una vuelta a casa. La protección del hogar. Fue el primer paso de una recuperación (35 partidos y 9 goles) que le llevó a Oviedo seducido por un proyecto que mira hacia arriba. Para el equipo azul, como para Pereira, pensar en un futuro a la altura de su lustroso pasado no es descabellado.

Con el paso de las temporadas, Pereira ha tenido que reinventarse. Ha perdido parte de la explosividad que mostraba en sus inicios, la que le forjó fama de delantero capaz de colarse por cualquier rendija. También influye en el nuevo registro el paso de los kilómetros. En agosto de 2010 el vigués fue operado en Barcelona por el doctor Manuel Ribas al sufrir "síndrome del choque", una lesión en el cartílago de la cadera derecha por una contusión que llevaba meses limitándole. La intervención duró 2 horas y media y estuvo tres días ingresado. Le quedaban por delante cuatro intensos meses de intervención. La versión posterior a la intervención mostró a un Pereira menos explosivo, pero con más tablas. La experiencia podría cubrir la pérdida de chispa, y el talento siempre está ahí, no se evapora.

Al gallego le ha costado hacerse un hueco en el campo, pero en el vestuario su adaptación va sobre ruedas. Es uno de los futbolistas más querido. Siempre con una sonrisa, también es objetivo de bromas y vaciles. Pero el sentir general es el de admiración hacia su trabajo. Michu lo dejó claro el sábado: "Es un fenómeno. Viene entrenando desde pretemporada como un campeón. Es un ejemplo. Ha hecho un partidazo y ha sido determinante. Es un placer jugar con él". Su intervención ante el Levante es una especie de carta de presentación atemporal. Hasta el domingo, Pereira no había tirado a puerta. Ahora, se presenta como seria alternativa en el ataque. El oviedismo celebra su despertar.