Un saque de banda en una zona intrascendente del campo se convirtió en el preludio de la acción más bella para la hinchada del Zaragoza. Fue gracias a Nayim, centrocampista de genial golpeo, que desde el centro del campo dibujó una parábola por encima del británico Seaman para que el conjunto maño derrotara al Arsenal en la final de la Recopa de 1995. En la misma década aunque algunos años antes, 1992, el Oviedo peleaba en Génova por una eliminatoria europea, la primera de su historia, que tuvo demasiados elementos en contra. En ambos casos, los de Zaragoza y Oviedo, echar una mirada a los años 90 se convierte en un agradable ejercicio de nostalgia. Maños y asturianos son junto al Valladolid los tres conjuntos de Segunda con más temporadas en la máxima categoría: 59 del Zaragoza por 42 los pucelanos y las 38 de los azules.

Ese pasado halagüeño se convierte en ambos casos en un arma de doble filo. A Zaragoza y Oviedo les apoya una historia lustrosa, una tradición en la élite del fútbol nacional que le da fuerza a su trayectoria. Pero también puede convertirse en una pesada losa en determinados momentos. En el caso azul, la ansiedad por recuperar su sitio en la élite ha quedado notablemente rebajada tras el ascenso a Segunda. Existe exigencia por llegar a Primera, apoyado como está el club por un proyecto ambicioso dirigido desde México, pero ya no se trata de una cuestión de supervivencia. Para el Zaragoza, el asunto sí es más trascendente.

Los maños acumulan importantes deudas que en las últimas temporadas no le han permitido trabajar con libertad de movimientos. Para el Zaragoza, recuperar su sitio en Primera es básico para sobrevivir. A esa presión de la situación financiera se suma la exigencia de una grada que ha visto al equipo pasearse por la élite de España y de Europa.

La Romareda es, desde esta perspectiva, un arma de doble filo: importante en el apoyo de su equipo pero peligrosa para los intereses maños si el resultado no acompaña. El temor que ha tenido el Oviedo algunas temporadas puede convertirse ahora en su mejor aliado. La paciencia a la hora de jugar tendrá un factor clave en el estadio maño.

El apoyo al proyecto zaragocista está fuera de toda duda. El estadio aragonés es el único de toda la Segunda División que presenta mejor afluencia de espectadores que el Carlos Tartiere. Hasta la fecha, han acudido a La Romareda 34.956 espectadores de media. El Tartiere ha tenido, por su parte, 13.298 seguidores de media hasta ahora. El Ramón de Carranza de Cádiz se sitúa en el tercer puesto del ránking, con 12.376 espectadores.

El peso de la historia y la tradición no tienen sin embargo una traducción directa sobre los resultados. A pesar del brillante palmarés que presenta el conjunto maño, las cosas no le están saliendo especialmente bien en la competición. Tras la dolorosa derrota en Cádiz de la semana pasada (3-0), los aragoneses son 14.º, a tres puntos del play-off y a dos del descenso a Segunda B. En todo caso, lejos de lo que se esperaba de un proyecto que en esta ocasión ha optado por fichajes ilusionantes de la casa, como los regresos de Zapater y Cani.

Tal es el nivel de exigencia en Zaragoza que ya se ha producido un relevo en el banquillo. Luis Milla inició la temporada pero solo aguantó hasta la jornada 11, siendo destituido tras un 0-0 en Valladolid. Raúl Agné fue el elegido para tratar de enderezar el rumbo. Hasta la fecha tampoco lo ha conseguido. Con el nuevo entrenador, los maños suman dos victorias, dos empates y dos derrotas, con 8 goles a favor y 9 en contra. El Oviedo se encontrará en La Romareda a un rival herido para el que el pasado brilla con más fuerza que el presente.