Como si fuera una losa insalvable, los goles en contra suelen encoger al Oviedo, dejarlo sin luz. Consumidas 19 jornadas de la competición, casi en el ecuador de la Liga, los azules no han sido capaces todavía de ganar ninguno de los nueve partidos en los que ha recibido goles, como si los tantos en contra le dejaran grogui. Lo mismo da que lleguen antes o después, que el Oviedo empiece ganando, como en Getafe, o que lo hagan perdiendo, como el sábado ante el Córdoba. En los partidos en los que no logra dejar la portería a cero, las victorias se le resisten al grupo de Hierro. La estadística es demoledora: de los nueve partidos en los que los azules han tomado goles, siete acabaron en derrota y dos en empate (ante el Lugo y el Numancia, ambos en el Tartiere). O lo que es lo mismo: dos puntos de 27.

El impacto de un gol en contra es el punto débil del Oviedo. En toda la Liga no ha remontado ningún partido, como si cada vez que recibe un tanto se le cortara las alas. El hecho de encajar goles hace más frágil a un equipo que se siente más cómodo, seguramente como la mayoría, a la hora de administrar una ventaja. El Oviedo sólo gana cuando no le meten goles.

De momento, la trayectoria del Oviedo en la categoría es tan difícil de interpretar como se desprende de una estadística particular: acumula siete victorias y siete derrotas, un parcial complicado de descifrar si se dejan a un lado las sensaciones que, por otro lado, también son contradictorias: el Oviedo ganó partidos que seguramente no mereció, como pudo suceder ante el UCAM Murcia (1-2), y perdió otros donde probablemente mereció al menos puntuar, como Zaragoza (2-1) o quizá el sábado frente el Córdoba (1-2). La realidad es que es un equipo que, hasta la fecha, ha dado motivos para el optimismo y para el pesimismo, cal y arena, un grupo subido a una montaña rusa constante, generalmente preocupado más por más de defender que por atacar, supeditada la parte ofensiva a la contrastada calidad de futbolistas como Michu o a la pegada de tipos como Toché o Linares. De hecho, el equipo de Hierro es el que menos dispara de la Liga, con 139 disparos en 19 partidos, unos datos que sólo empeora el Alcorcón, con 130 disparos.

En esta primera fase de la competición, el Oviedo empezó regular, continuó bien y acabó de nuevo regular, un sube y baja que ha desorientado al personal, especialmente con el sabor agridulce que dejó la última derrota ante un Córdoba más bien flojo, pero que le mantiene en el ajo de una igualada categoría, a sólo un punto de los puestos de play-off. La derrota en Huesca, en la jornada 13, cambió la tendencia de un equipo que, hasta entonces, acumulaba siete partidos sin perder y era elogiado por su solidez defensiva. Hasta esa jornada 13, los azules habían encajado sólo siete tantos (0,5 de media por partido) y llegaron a ser el equipo menos goleado de todo el fútbol profesional. No es que no le crearan ocasiones, es que sabían resolverlas y no cometían fallos individuales, precisamente los que se han acumulado desde entonces, especialmente evidentes en Alcorcón o Zaragoza. En los últimos seis partidos, incluido el de Huesca, los azules han recibido 13 goles, a más de dos por encuentro, circunstancia que ha echado por tierra una solidez defensiva que había mantenido al Oviedo arriba.

En el global, el Oviedo ha dejado su portería a cero en 10 de las 19 jornadas, más de la mitad, y es el séptimo equipo menos goleado, una tendencia que el conjunto carbayón quiere ahora recuperar.