La trilogía de los horrores se cerró en el Nervión con otra primera parte para olvidar. Lo de trilogía, desde una perspectiva optimista, claro; pensando que es muy difícil que se vuelva a repetirse una imagen tan desconcertante. De nuevo, como ya sucedió en Huesca y Alcorcón, el Oviedo se achicó, menguó hasta convertirse en equipo diminuto, superado en todo momento por un filial sevillista mucho más adulto. Hubo errores individuales, desacertadas decisiones arbitrales y golpes de un desatado rival, pero por encima de todo se impone una cruda realidad, la de que el Oviedo nunca fue capaz de encontrarse en el campo. Esa terrible perspectiva ya se ha repetido en varias ocasiones.

No es la primera vez que sucede y por ahí llegan las sensaciones más preocupantes. Las promesas de cambio y los brindis por un 2017 más halagüeño se dieron de bruces con la realidad del Pizjuán. Hierro parece confuso en su toma de decisiones, consciente de que el equipo necesita un cambio. Ayer probó con una novedosa alineación con profundos cambios en el ataque (Nando, Linares y Ortiz como referencias) pero las piezas chirriaron desde el primer momento. Destemplado, el equipo azul siempre estuvo en manos del filial sevillista.

El problema aumenta a la hora de analizar las causas de tantas malas tardes. Ya se ha rechazado el elemento accidental: nadie, ni el equipo más necio, tropieza tantas veces en la misma piedra de forma casual. Hay algo más. En las lecturas más sinceras, Hierro ha subrayado un problema de "alma", de "orgullo". Elementos emocionales o psicológicos pero de difícil implantación. El orgullo se tiene o no, pero parece un campo muy difícil de entrenar. Además del elemento emocional, el desastre también se puede explicar desde una perspectiva futbolística.

Se puede ver en los goles. El primer tanto llega de un error colectivo, la escasa oposición ante el ataque local, y un elemento en contra: una equivocada decisión arbitral. Matos, lateral de recorrido, pugnó con Fernández y en el encuentro cayó al suelo. Ivi no falló el lanzamiento.

Los azules reaccionaron tras el descanso pero fue insuficente

Lo intentó Ortiz desde la frontal antes de que llegara el segundo. De nuevo, el filial avanzó a través de una sucesión de cómodos pases hasta que Carmona, lateral derecho, probó con un centro. La pelota se paseó mansa por el área, ante la incertidumbre de una defensa con tembleque. Acabó entrando en la portería, tras desviar Verdés, de una manera inexplicable. La jugada resume perfectamente las dudas que despierta el Oviedo en este tramo de la competición.

Antes del descanso llegó el tercer mazazo. Quizás el más doloroso. A cualquier equipo le duele encajar a balón parado. Si además el que te daña es un filial, al que siempre se le supone imberbe en estas lides, el daño es aún mayor. Así fue el tercero: centro de Ivi y remate de Fede, completamente solo a un metro de la meta de Juan Carlos. El árbitro señaló el descanso y la sufrida afición azul se vio envuelta en un desagradable deja vu, en otra película de terror.

El golpe provocó la reacción del cuerpo técnico. Como instinto primario, como reacción natural, Hierro optó por meter a los buenos en el campo. Entraron Saúl Berjón y Toché y el equipo dio unos cuantos pasos adelante. La segunda mitad cambió el panorama pero para remontar un 3-0 necesitas algo más que una acertada propuesta. Necesitas acierto en el área y una dosis adecuada de suerte. A Toché se le escapó tras una acertada combinación entre Berjón y Linares. Minutos después, el murciano tuvo otra opción pero chutó centrado.

Con un par de chispazos, Berjón, chico nuevo en la oficina, demostró lo importante que puede ser para este equipo. El Oviedo mantuvo el dominio e insistió. A los 74 minutos, Toché acercó equipo tras un penalti, pero la ilusión apenas duró un par de minutos: los que tardó Carmona en hacer el cuarto en otro desbarajuste defensivo carbayón. El quinto llegó al galope, con Pozo como finalizador tras ganar la carrera a Verdés. Con el partido perdido, el Oviedo encontró un par de premios menores: Toché convirtió con un derechazo y Linares hizo el 5-3 de cabeza.

Hierro había pedido en el nuevo año que el equipo dé un paso adelante, que fuera valiente para luchar por el play-off. La primera bofetada de 2017, la de ayer en el Pizjuán, sitúa al equipo en una realidad muy diferente: la meta primordial es que el equipo se encuentre a sí mismo. Cuando lo haga, ya será hora de analizar dónde puede estar en la tabla.