En su primero contacto con la pelota, Saúl Berjón ofreció un tutorial acelerado de lo que puede aportar al equipo. Controló la pelota en la esquina del área, fijó al lateral y cedió el balón a un centrocampista. Instintivamente lanzó su carrera. El juego de Berjón tiene dos bastiones sobre los que apoyarse: la explosividad y la ayuda de los compañeros. Aquella pared acabó con un centro al área que Linares entregó a Toché para que el murciano definiera, en esa ocasión, arriba. La carta de presentación del hasta ahora único fichaje del Oviedo había resultado convincente.

Y así se repitió durante los 45 minutos que Berjón actuó sobre el terreno de juego. En una tarde aciaga, de repetición de errores pasados, la irrupción del asturiano junto al regreso de Toché a su faceta goleadora fueron dos buenas razones a las que agarrarse. "Estoy muy contento por debutar pero fastidiado por el resultado", asegura Berjón dejando claro de primeras los dos sentimientos contrapuestos que definen su primera actuación como futbolista del primer equipo del Oviedo. "El partido empieza con un penalti que no fue y eso nos condiciona bastante. Luego no supimos rehacernos, cambiar el chip y tirar para adelante. Ellos son niños, alguno puede llegar a estrella, y son cosas que pueden pasar ante un filial. Hay que aprender a tener más tranquilidad", ofrece como explicación a la dolorosa derrota del Pizjuán.

El influjo del canterano en el juego del equipo fue evidente desde su inclusión en el campo. En sus 45 minutos en juego, Berjón dio 40 toques al balón, el doble que Ortiz (al que sustituyó al descanso) y solo uno menos que Nando, que participó 72 minutos). Su bagaje ofensivo incluye 27 pases, 5 centros al área y un remate. Entre sus pases realizados, el mayor número se hicieron hacia adelante: el 37% del total, un buen ejemplo de su vocación ofensiva.

Saúl entró en el campo con las ideas muy claras. Acostado sobre la banda izquierda, la que le posibilita una salida natural hacia dentro, trató de estirar el campo, de dar amplitud al equipo aprovechando las frecuentes subidas al ataque de los laterales sevillistas. Inmediatamente, el juego de los azules se inclinó hacia su lado. El asturiano explica su cometido con naturalidad. "El entrenador no me pidió nada especial, que saliera a hacer las cosas como sé", explica. "Mi forma de jugar es lo que se vio, yo no tengo miedo a jugar en ningún campo. Quiero aportar, ayudar en lo que pueda y en la posición que me pida el entrenador", incide.

La integración del extremo parece un hecho. Lo había demostrado con una rápida adaptación al día a día de El Requexón, escenario familiar, y ahora trata de afinar su puesta a punto para la competición. "Todavía me falta un poco", reconoce el atacante; "porque llevaba un mes sin entrenar aunque estaba haciendo cosas a mi aire. Cada día estoy mejor, más cómodo. Ya estoy deseando que llegue el próximo partido para jugar".

Y las circunstancias parecen favorecerle. La búsqueda de extremos desequilibrantes es una de las obsesiones de Hierro a lo largo de la temporada. La fórmula más repetida en el primer tramo de la competición situaba a Linares como improvisado extremo por la izquierda, con Susaeta ocupando la derecha. Pero la llegada de Berjón podría alterar los planes. Linares actuó en el Sánchez Pizjuán de nuevo como ariete, como última referencia, abandonando la cal.

La izquierda es el lugar destinado a Berjón a medio plazo aunque las circunstancias del equipo pueden empujarle a la titularidad antes de tiempo. Con Nando sancionado para el duelo ante el Elche (ante el Sevilla Atlético vio su quinta tarjera amarilla en la Liga), Hierro podría abrir de par en par la puerta de la titularidad a Berjón, impaciente por pisar el estadio carbayón en un partido oficial tras el aperitivo de su presentación. "Tengo muchas ganas del Tartiere, me hace ilusión, no te voy a engañar. Ojalá el equipo juegue bien, disfrutemos y, sobre todo, nos quedemos con los tres puntos", señala el futbolista, una de las pocas buenas noticias de una tarde, la de Sevilla, para olvidar.