"Vengo de una familia muy humilde, mi padre era minero y mi futuro era la mina; verte después en un campo de Primera...". Así explica Andrés de la Rosa lo que supuso para él jugar en el Oviedo y hacerlo en la máxima categoría. Nacido en Cortina de Figaredo (Mieres), este defensa, que podía jugar de lateral y de central, estuvo en el conjunto azul entre 1991 y 1996, tiempo en el que disputó 51 partidos en Primera División.

Jugar en el Oviedo no fue la única sorpresa que le dio la vida a Andrés. Los últimos coletazos de su carrera futbolística le llevaron al Arenas de Armilla, un club granadino de Tercera. Tan bien se adaptó que cuando decidió retirarse le ofrecieron la posibilidad de quedarse a trabajar como encargado de un salón de celebraciones. "Armilla es conocido por ser el pueblo de Rosa de España, la que ganó Operación Triunfo. Está muy cerca de Granada, es algo parecido a Colloto y Oviedo, desde mi casa veo toda la sierra", explica Andrés en conversación telefónica con este periódico.

"Me salió un Tercera y me apeteció, ya estaba mayor y se me abrían otro tipo de puertas. Cuando me retiré de futbolista, a raíz de una lesión en la cadera que me obligó a ponerme una prótesis porque estaba cojo, por medio del presidente del club me metieron de encargado del local. Es un salón de celebraciones, se organizan eventos y yo hago de todo. Llevo ya quince años aquí", cuenta sobre la labor que desempeña en la actualidad.

Andrés vive lejos de Asturias pero sigue siendo igual de azul. A lo largo del tiempo que lleva en Granada le han sucedido anécdotas muy curiosas. "Hubo una vez vez que vino por aquí un viajante y me dijo que era de Asturias. Enseguida conectamos y al final resultó que era de la peña Symmachiarii y terminamos haciéndonos unas fotos juntos", cuenta.

El 23 de febrero de 1992 es una fecha importante en la vida de Andrés de la Rosa. Ese día debutó con el Oviedo. Lo hizo en el Tartiere en un partido ante el Zaragoza que ganaron 2-1 los azules. A día de hoy un cuadro que le regalaron en el que se le reproduce a él el día de su debut preside el salón de su casa. Uno de los momentos más emotivos de su vida y que jamás se borrará de su memoria. "El mejor recuerdo que tengo en el Oviedo es el del día de mi debut. Esa semana fue tremenda: radios, periódicos,...". También tiene en la memoria un partido de Copa del Rey contra el Deportivo: "Me salió un buen partido y me tocaba defender a Bebeto. Era mi mejor momento", explica.

Andrés de la Rosa mata el gusanillo del fútbol acudiendo a ver al Granada al Nuevo Los Cármenes. Él es crítico con el fútbol actual: "Lo hablo con mucha gente, el fútbol moderno está estropeado. No importan los aficionados, no miran por los socios, sólo importa la televisión. Da igual la gente que trabaja y no puede ir a ciertas horas al campo. Sinceramente no cambio este fútbol por el de antes. La gente era mayoritariamente de la casa, le dolía el club en el que jugaba. En el Granada hay trece o catorce nacionalidades diferentes. No hay nadie de Granada, nadie de la cantera", lamenta.

En contraposición está el fútbol que él vivió en su etapa en el Oviedo: "La nuestra era una plantilla hecha con gente del filial". Y se acuerda algunos de los que coincidieron con el en el que entonces era conocido como Oviedo Aficionados que luego triunfaron en el fútbol, como Sietes o Armando.

El paso del tiempo ha hecho que Andrés haya asumido que su futuro está en Granada, con sus dos hijos, su trabajo y una vida con la que está satisfecho. Eso no impide que cada vez que tiene una oportunidad venga a Asturias. La lesión de cadera que tuvo le impide acercarse a un balón de fútbol y lo ha cambiado por la bicicleta. Un deporte que también le ha enganchado con fuerza.

Pero todo aquél que un día pase por Armilla, muy cerca de Granada, y quiera hablar del Oviedo con alguien que ha vestido la camiseta azul en 51 ocasiones tan solo tiene que acercarse a los salones Manolo Velasco y preguntar por Andrés. También le dirán que el asturiano es buena gente.