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Faltan líderes

Sin Michu en el campo no hay referentes y Hierro, falto de vehemencia cuando se le presupone, se está volviendo cada vez más frágil

Hierro da instrucciones a varios futbolistas del Oviedo en El Requexón. J.R.

Fernando Hierro está empeñado en achacar todos los males del Oviedo cuando viaja fuera de las fronteras del Tartiere a un problema psicológico, a que al equipo le falta consistencia mental para aguantar cuando vienen mal dadas y a que a las primeras de cambio se viene a bajo. Cae a plomo y deja al aire todas sus debilidades y los errores vienen en cascada. Preocupa que ese análisis simplista sea toda la autocrítica que un entrenador llamado a liderar un gran proyecto deportivo puede hacer.

Desde la tribuna es muy fácil criticar y ver los fallos, pero es que los hay que son tan múltiples y reiterados que lo complicado empieza a ser no verlos. Uno de los más evidentes es que cuando Michu no está en el campo no hay referentes. Faltan líderes que sepan tomar las riendas del equipo en los momentos complicados y que tiren por la grada y apechuguen en los minutos tensos, que en esta categoría son muchos. Saúl Berjón podría tomar ese papel, y durante muchas primeras partes lo ha hecho, pero no pasa del minuto setenta en el campo y así es complicado. El resto de líderes (Esteban) ni siquiera tienen la oportunidad de demostrar el fútbol que les queda sobre el terreno de juego.

Tampoco hay un líder en el banquillo. Aunque la inmensa mayoría de las veces Hierro ha centralizado la presión, descargando al equipo de ella, sus mensajes, en ocasiones, y su falta de vehemencia cuando se supone que debe de tenerla hace que su figura se esté desdibujando. Se está volviendo más frágil a cada jornada que pasa. Y, lo peor, emitiendo mensajes contradictorios. Mientras que el malagueño decía que había que contar más con le gente de la casa, en las oficinas del Tartiere estaba firmando un extremo uruguayo, de paso testimonial por la Premier League, canterano de Nacional, un equipo de las Américas, y de nombre Carlos de Pena.

Al mismo tiempo, un canterano de los que pasaron unos cuantos años por el Requexón, Diegui, ha tenido que esperar las veintiún jornadas de la primera vuelta, y una más de la segunda, para poder tener una mínima oportunidad, y que se conjuraron los astros para que el supuesto titular del lateral derecho estuviera sancionado para poder tener la oportunidad de debutar. Encima hizo un buen partido dentro del desastre generalizado de sus compañeros de defensa, y aportando movilidad en ataque y generando ocasiones de ataque. Algo de lo que el equipo, que salió en Almería con cinco defensas pegados a la portería de Juan Carlos, contra un colista desahuciado, con un entrenador entre la espada y la pared y que tenía entre seis y siete bajas, no anda nada sobrado.

El modo en el que el Oviedo se viene abajo fuera de casa no tiene nada de extraño. Todo tiene su explicación. A la falta de liderazgo del equipo, experimentos extraños en las alineaciones y la falta de oportunidades para los de casa, los que pueden dar un plus, se unen también los nubarrones mentales de algunos jugadores, sobre todo, los de la parte de atrás. Algo que no viene de ahora. Son fallos que se acumulan desde el comienzo de la temporada y que han costado ya demasiados puntos como para seguir tomándose el asunto en broma. El Oviedo tiene abierta una herida por la que se desangra fuera del Tartiere y que es incapaz de curar.

Volviendo al principio de la temporada, otro de los objetivos de la dirección deportiva era el de tener una plantilla corta, sin demasiados efectivos para poder completar las convocatorias con jugadores del filial. Vamos, todo lo contrario a lo que se ha hecho. Plantel largo, falto de líderes y difícil de gestionar. Y que fuera de casa se descompone en cuanto siente una brisa de aire.

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