La escena final sirve para sacar las conclusiones pertinentes del empate. El Numancia pisaba el área de Juan Carlos y los cerca de 800 seguidores azules situados en la esquina contraria del campo exponían sus bufandas mientras entonaban el himno del Oviedo. Los azules viven un momento dulce y cualquier interpretación va por el camino más optimista. Ayer no jugó un buen partido en Los Pajaritos, maniatado por el rival y limitadas sus opciones ofensivas a una ocasión en la recta final. Pero el punto (0-0) es dulce. Sabroso si se mira con perspectiva. El Oviedo suma fuera, aumenta a seis las semanas sin perder y sigue confortable en la zona del play-off.

Es como si el Oviedo hubiera decidido empezar a jugar con la calculadora. Una práctica que contradice de forma directa la tesis de Hierro de que solo hay que fijarse en la siguiente cita. Pero las circunstancias marcan. El Oviedo está exprimiendo el Tartiere y eso significa que todo lo que rasque fuera será bienvenido. Ganar en casa y empatar fuera. Ya saben, la media inglesa. Y está la distancia con el séptimo, por supuesto. El famoso colchón. El empate era un resultado magnífico para los azules si se analiza a medio plazo. Todos esos elementos externos condicionan.

El Numancia, más apurado por las circunstancias (tres derrotas consecutivas) siempre intentó mandar en el partido con la pelota. Ese fue su mecanismo de defensa contra la crisis. Muchas veces de forma monótona, sin abrumar a la defensa azul. Pero en ocasión sí merodeó el área. Sucedió cuando el centro del campo enganchó con Julio Álvarez, la pausa, y Pablo Valcarce, la aceleración. De sus botas llegaron los escasos apuros para Juan Carlos de la primera parte.

Del Moral avisó a los 8 minutos pero su zurdazo, con poco ángulo, se encontró con Juan Carlos. Capilla y Julio Álvarez continuaron con chuts lejanos, inofensivos. Antes del descanso, Del Moral volvió a aparecer y su testarazo se fue cerca de la escuadra azul.

Los azules supieron sufrir y tuvieron una clara ocasión al final

En todo el primer acto, el Oviedo solo se acercó al área rival a balón parado. Pobre argumento para alguien que aspira al botín mayor. La primera mitad se explica en los medias puntas: Julio Álvarez pareció en todo momento más cómodo que Borja Domínguez. Una diferencia decisiva.

El Oviedo encaró el descanso como un paso por el campamento base cuando escaseaba el oxígeno. El parón solo debía traer consecuencias positivas. Aunque no fue así de primeras. A los 50 segundos de reanudarse el choque, Mateu advirtió con un chut cruzado y un minuto después Del Moral rozó el poste desde dentro del área.

Como la batalla de medias puntas parecía perdida, Hierro optó por cambiar las piezas. Entró Michu por Borja. En el estadio de Los Pajaritos, el vuelo del ave fénix. Al margen de cuestiones emocionales (la aparición de Michu sigue excitando al equipo al mismo tiempo que a la grada), pareció un intento por adueñarse de los balones aéreos, pero el Numancia mantuvo el monopolio de la pelota. La opción más clara llegó a los 65 minutos: Julio Álvarez disparó desde la frontal y el balón, tras tocar en el poste, se paseó por la línea. Juan Carlos respiró aliviado. El Numancia había malgastado su bala más efectiva. Aunque aún quedaba la réplica del terremoto. Valcarce, siempre bullicioso, se coló por una rendija del muro defensivo y cruzó con furia. Juan Carlos detuvo con los puños.

El Numancia había apurado toda su munición y el Oviedo sonrió como si todo formara parte de su plan. A los azules siempre les queda una opción, hasta en las tardes más grises. Y esta aún no había llegado. A los 80 minutos se vivió la jugada con la que había soñado el oviedismo. Berjón la puso rasa en el corazón del área y Michu impactó de estético tacón. El balón se colaba hasta que Calvo lo despejó sobre la misma línea. Demasiado bonito para ser verdad. Quizás, desde el análisis futbolístico, también hubiera sido injusto.

La jugada sirvió como amenaza al Numancia: también podían perder su escaso bote. Así que los dos equipos decidieron sacar la bandera blanca y hasta el final solo hubo nervios, algún balón colgado y murmullos de impaciencia en la grada local.

El punto, juicio futbolístico al margen, permite al Oviedo seguir respirando aire limpio, el que abunda por la cima, en la zona de play-off. Queda una semana menos y se ha dado una pequeña zancada más.