Al Oviedo tampoco le dio en el Ciudad del Valencia. Los azules completaron un partido serio en un ambiente complicado, lograron superar las fases de dominio claro del Levante para estirarse después y merodear el gol. Pero recibieron el guantazo en el momento que parecían sonreír. Fue un partido de fases, de diversas lecturas. El Oviedo sigue dominando la liga de las sensaciones pero ahora, a estas alturas de campeonato, se demandan puntos. Mandan lo números. Y estos dicen que el equipo sigue tropezando de forma sistemática fuera de casa. Una losa pesada.

Las 24.000 banderas repartidas por el Levante entre sus aficionados sirvieron de saludo a los dos equipos y de recordatorio: había en el campo algo más que tres puntos. Una fiesta en juego. Salió el Oviedo a hacerse con la pelota para sacudirse los complejos, y lo logró durante los cinco minutos de saludos. Cumplido el trámite, el Levante se puso a la carga. Lo hizo con la artillería pesada, como si tuviera prisas por cerrar el asunto. Insa probó desde la frontal a Juan Carlos y este presentó el prólogo de su relato: tenía que ver con el muro que había construido ante su meta.

Los focos regresaron al meta tres minutos después. Entonces fue el pie el que evitó el gol de Pedro López. El Levante, minuto 15, tenía el mando, se hacía con las segundas jugadas y había instalado la base de sus laterales en el campo del Oviedo. La batalla del centro del campo parecía del lado local a pesar de los retoques de Hierro. El malagueño recuperó la versión de Tenerife, con Rocha por la derecha como excusa para ganar el centro. Susaeta se movió con libertad por detrás de Toché y siempre reclamó el balón. Además, quedaba la estrategia. Probó el Oviedo cerca de la media hora. Susaeta centró desde lejos, Torró ganó a su par y tocó, pero la defensa granota acudió diligente a despejar ante Toché. Sorprendió de inmediato el Oviedo por la izquierda, con Fernández, adaptado a esa banda. Controló en el área y disparó. Respondió, ágil, Raúl.

Fue entonces, en pleno despegue carbayón, cuando el Levante pudo dar su hachazo: Roger corrió a la espalda de los centrales y se citó, balón controlado, con Juan Carlos. Volvió a ganar el meta, imbatible en el primer acto. Al descanso, la sensación era que el Oviedo había pasado por todos los estados de ánimo: sometido al principio, afortunado en el área después y cómodo en el último tramo.

Y el guión se mantuvo en la reanudación. Como en el primer acto, el Oviedo pareció resultan de primeras. Y, como entonces, el Levante dio primero. Esta vez con eficacia. Aprovechó el líder uno de esos frutos tan jugosos en Segunda: el balón parado. Postigo llegó antes que nadie, despiste carbayón, al centro para rematar a la red. El 1-0 llevaba al Levante a Primera, aunque aún quedaba mucha trama.

Porque el Oviedo reaccionó con firmeza, en los que seguramente fueron sus mejores momentos en el choque. Toché enganchó en el área y Torró desde la frontal pero Raúl cerró la meta. El partido murió en el área local, nerviosa la hinchada ante la perspectiva de cancelar la fiesta en el último suspiro. Pero el Oviedo tampoco fue capaz a balón parado, ya con Michu, Nando y Linares en el campo.

La derrota es una de esas lecciones jugosas si estuviéramos a otras alturas de temporada, por lo de la imagen de equipo hecho. Pero se convierte en una lección nula cuando resta tan poco. Ahora solo se demandan puntos. Las sensaciones pasan a un segundo plano.