Ahora, los más pesimistas dirán que lo que pasó frente al Alcorcón era la crónica de una muerte anunciada. Los más optimistas, en cambio, seguirán agarrados a un clavo ardiendo aferrándose a la artimética y a agotar todas las posibilidades antes de tirar definitivamente la toalla. Lo cierto es que esta temporada está llena de malos tiempos y buenos tiempos, parafraseando el comienzo una conocida novela. De malos buenos tiempos. Los buenos han sido aquellos en los que el equipo ha ido aguantando en puestos de play off, es verdad que sin un juego vistoso ni mucho menos, pero se estuvo peleando entre los mejores y con opciones de volver a la Primera División. Los malos han sido las derrotas fuera de casa, sobre todo, las más dolorosas, aquellas cuando el Oviedo estaba roto y parecía un esperpento más allá del fortín del Tartiere.

El partido en casa contra el Alcorcón estaría, sin duda alguna, en este segundo grupo. En el encuentro en el que había que salir a morir, a comerse el prao, los carbayones fueron unos indolentes desde el minuto uno. En lugar de tratar de encerrar a los madrileños en su área, de entrar incesantemente por las bandas, de tratar de surtir balones a los dos delanteros, el Oviedo desperdició la primera parte pasándose el balón entre la defensa y los mediocampistas defensivos. Y ni siquiera tuvieron unas cifras muy llamativas de posesión. Ni eso pudimos llevarnos a la boca.

Y lo peor de todo es que parece que el banquillo está ciego. Hierro dice tras el partido que al Oviedo le faltó fluidez. Hombre, con un trivote y todos ellos más preocupados de defender que de atacar era lo normal. El malagueño también asegura que al equipo le falto juego por las bandas. Normal, salió a jugar sin jugadores pegados a la cal (salvo Berjón). Así que todo era la crónica de una muerte (o una derrota) anunciada.Cuando desde el banquillo se quiso reaccionar ya era demasiado tarde. Todo se volvía una rémora y el Alcorcón mandaba en el marcador.

El único alarde ofensivo que se permitió el entrenador en el once fue sacar a Diegui en lugar de Fernández. Nada más, el resto salvo los dos de arriba salieron más pensando en defender que en atacar. La falta de valentía de Hierro nos ha costado este año muchos puntos, especialmente fuera de casa. Parecía, como dice un amigo morciniego, que en muchos partidos más allá del Tartiere le valía con perder uno cero.Sin ambición es imposible subir.

Una vez metidos en los malos tiempos, llega el momento de empezar a planificar bien la plantilla del año que viene, no como ésta, y salvo alguna que otras excepción, como Susaeta, ir soltando definitivamente el lastre que arrastramos de Segunda B. Hay que buscar un bloque, conseguir volver a tener un centro del campo que mire un poco más hacia la portería rival, y un entrenador atrevido. Es esencial acertar de una vez por todas en esa parcela para poder tener un papel protagonista en la próxima temporada para que, por fin y de una vez por todas, vuelvan los buenos tiempos.