Quizá una derrota como la del viernes en el Tartiere deje más de un día de resaca. La jornada de ayer no fue fácil ni para el Oviedo ni para el oviedismo, como seguramente tampoco lo será la de hoy. El equipo gripó de forma inesperada ante el Alcorcón y golpeó el ánimo de una afición que se debate ahora, a falta de cinco jornadas para el final de Liga, entre creer y no creer. Las opciones, matemáticamente, siguen intactas. Y más en una categoría de bruscos cambios en la que hoy todo es negro y mañana todo es blanco. El equipo ha perdido fiabilidad en un punto clave de la temporada y ha fallado en el peor momento, el último tercio del curso, pero quedan 15 puntos y la Segunda, ahí están un porrón de ejemplos, da infinitas vueltas.

En el vestuario azul lo tienen claro: levantarse, apretar los dientes y ganar al Nástic (sábado, 20.45 horas). Eso sí que no es negociable: ganar al Nástic, acabar de una vez con la mala racha fuera de casa y sacar el botón. A una victoria en Tarragona, creen en el vestuario carbayón, le seguirá un cambio de la dinámica, un impulso. A estas alturas, al final, se trata de una cuestión de fe.

Y el equipo la tiene. Y el cuerpo técnico la tiene. Y los jugadores la tienen. El mensaje (no podría ser otro) va por ahí, por aferrarse a los partidos restantes, a las matemáticas.También a la capacidad de mejora. Y por hacer una autocrítica que ya se hizo el viernes y que, seguro, se seguirá haciendo durante la semana. "Salimos demasiados precipitados al partido, nos faltó en el inicio una marcha más. Estamos en una dinámica que con poco nos hacen daño", afirmó Christian Fernández. "En días como ayer (por el viernes) no duermes. El equipo no estuvo a la altura del partido", señaló Verdés. La falta de entendimiento entre uno y otro provocó el tanto del Alcorcón, un "premio excesivo" para los jugadores azules. La autocrítica es el primer paso para rectificar y crecer.

Asumidos los errores, aparece la conjura. Mirarse al espejo y afrontar la realidad. Con más o menos optimismo, pero la realidad. Hay 15 puntos en juego, cinco partidos: tres a domicilio (Nástic, Córdoba y Elche) y dos en el Tartiere (Zaragoza y Sevilla Atlético). Lo primero es dar un golpe fuera, el sábado en Tarragona. Un golpe es la victoria, no hay más. Palabra de Michu, siempre claro: "En Tarragona sólo nos vale ganar. No nos vale otra cosa. Ni el empate ni dar buena imagen. Eso no nos sirve. Nos sirve ganar como sea". El canterano, que admite que el vestuario está "jodido", no se anda con medias tintas. No se trata ya de buscar el camino, sino de encontrarlo con urgencia. Y el camino son los tres puntos. Jugando bien, mal o regular. "No queda otra que levantarse cambiar la dinámica fuera de casa, que nos está lastrando muchísimo", dijo.

Héctor Verdés verbalizó ayer la prueba de fe que se le presenta ahora al oviedismo. El central fue así de claro: "Ahora mismo hay dos opciones: una es abandonar y la otra es subirse todos con más fuerza que nunca y pelear hasta el final". En el alambre como está el Oviedo, o lo dejas o vas con todo. El oviedismo, sin duda, porque siempre fue así, irá con todo.

Sucede que hoy, aquí y ahora, las sensaciones pesan más que las matemáticas y las conjuras. Se supone que el hinchazón irá bajando a medida que pase la jornada (hoy juega el Tenerife) y la semana, pero la estadística reciente, sobrevuela como una mosca cojonera. El Oviedo fue a caer en un bache en el tramo decisivo. Desde la jornada 28 frente al Cádiz, que es cuando empezó el último tercio de la temporada, hubo diez partidos: el Oviedo perdió la mitad (Alcorcón, Levante, Lugo, Tenerife y Rayo Vallecano). Ganó tres ( Cádiz, Girona y UCAM) y empató dos (Huesca y Numancia). O lo que es lo mismo: once puntos de 30 posibles. Se trata de la segunda peor racha de la temporada para el equipo de Hierro, que sólo tuvo una peor al principio, cuando empató frente al Mirandés y Mallorca y perdió ante Getafe y Reus. Después de aquel 0-1 ante el Reus, se ganó en Cádiz y el Oviedo atravesó una de sus mejores etapas.

"A los oviedistas no se les puede decir nada, siempre se dejan el alma. Están disgustados. Nosotros también. Asumimos las críticas y yo el primero", dijo Michu, sabedor de que la afición estará siempre ahí. Ahora aparece una prueba de fe. Otra más.