Uno de los laterales del estadio el Arcángel de Córdoba está rodeado por la calle El Infierno. El nombre, a priori, suponía una amenaza más evidente para el equipo local que para el Oviedo. Piensen en los prolegómenos: el Córdoba jugándose no descender, los carbayones peleando un sueño. Pero el Oviedo de fuera de casa se ha empeñado esta temporada en revivir a equipos moribundos. Ayer lo hizo en la peor versión que se recuerda en la temporada. No hubo fútbol, algo a lo que están acostumbrados los de Hierro. El problema es que tampoco se vio orgullo. Y eso es más peligroso. El 4-2 refleja perfectamente lo que se vio en el césped.

La desaparición azul de las últimas siete semanas culminó en su obra más fidedigna en Córdoba. Una oda al desastre durante los primeros 45 minutos en los que los azules tiraron a la basura sus últimas opciones de colarse, o al menos intentarlo, en una rendija del play-off. Las opciones matemáticas son menos duras que las sensaciones. Los números dicen que el Oviedo aún puede ascender. La realidad muestra, sin embargo, que el camino se perdió de vista hace un par de meses.

Lo de Córdoba fue el culmen a una temporada que, a base de remiendos, había llegado con vida hasta el tramo final. En El Arcángel, cerca de la calle de El Infierno, el Oviedo mostró las carencias más marcadas de esta temporada. A la ausencia de un guión coherente de inicio, un mal repetido durante toda la temporada, le siguió una actitud pobre para el fútbol profesional. El Oviedo no fue ni intenso ni ordenado. El Córdoba se jugaba la vida; los azules, no. La actitud de un bolo veraniego no sirve cuando el rival juega con el cuchillo entre los dientes.

A los 30 segundos se adelantó el Córdoba. Se resbaló Christian y Piovaccari (un gol esta temporada antes de enfrentarse al Oviedo) definió arriba. Tembló El Arcángel y al Oviedo se le puso cara de fuera de casa. El susto aumentó a los 11 minutos. Juan Carlos rechazó el primer intento de Galán, pero este se hizo con el rechace y cedió al área, donde un jugador local mandó a la red. Fue Piovaccari. El Oviedo, ese resucitador.

En ese momento, el partido era del Córdoba. No solo por fútbol, que puede entenderse. Sino por empuje y ganas. Con el equipo aturdido y sin soluciones desde el banquillo, una jugada aislada pudo ayudar a los azules. Antoñito cometió penalti y Toché se acercó al punto fatídico. Chutó y Kieszek, meta local, rechazó. A nadie le extrañaría en este punto que fuera el primer penalti que detiene en su carrera.

El tercero llegó en otro arrebato local y ante la permisividad azul. Tiró Galán, rechazó Juan Carlos. El rechace fue verdiblanco y Alfaro empujó a la red. 3-0, fiesta en el Arcángel y el oviedismo contando las horas para que empiece la temporada 2017-18, la que debería servir para aprender de los errores cometidos. Porque la segunda mitad apenas aportó cosas nuevas. El intento azul de reacción lo fulminó una carambola. Lara hizo el 4-0 en una falta que tocó la barrera. Se echó el Oviedo hacia adelante, más por vergüenza que por fe. La única meta era maquillar un resultado sonrojante. Como ya sucedió en Sevilla, en enero, cuando el 5-1 se convirtió en un 5-3 que no ocultó los problemas. Redujo la distancia Berjón con la zurda en el área y ya en el último suspiro Linares hizo el 4-2 definitivo en el segundo penalti que el árbitro concedió al Oviedo.

El final suena a fin de ciclo. A un cambio radical en la perspectiva. Aunque también se vislumbraba una ruta similar al final de la temporada pasada (con enormes similitudes en el desenlace) y la operación reforma se quedó a medias. El Oviedo ha vuelto fallar en el momento más decisivo, cuando se cosechan los éxitos. Córdoba supone el epílogo más redondo a otra temporada marchitada al final.