En un partido con más brío de lo que es habitual a estas alturas, tres amarillas en el primer acto, el Oviedo demostró que está listo para la pelea. Sufrió cuando el rival tuvo la pelota y trató de dañar a la contra. El partido fue concediéndole más peso. Gozó de las mejores oportunidades. Linares las tuvo, pero erró en la definición. Parece que el equipo es capaz de adaptarse a varios registros. El 0-0 de León, con más trabajo que brillo, mostró a un equipo que avanza en lo que demanda su técnico. Carlos Hernández vio la amarilla en el tramo inicial para dejar claro que el partido era amistoso, sí, pero que tendría chispa. Suele ocurrir en estas fechas. Los primeros ensayos sirven para recuperar sensaciones. Después, según avanza la pretemporada, las cosas van dirigiéndose a una lucha por la titularidad con el primer partido de Liga en el horizonte. Dio la impresión de que esa carrera, la de la Liga del tercer año en Segunda, empezó ayer en León. De ahí el aumento en el ritmo. Carlos Hernández fue desbordado y tuvo que cortar la contra montada por los leoneses en dos ocasiones.

Antes de esa acción, a los dos minutos, el central había marcado de cabeza en un córner, pero la acción fue invalidada. Parece que los galones a balón parado van quedando definidos. Susaeta es el maestro de ceremonias en este arte. Cuando falta el vasco, asume la responsabilidad Berjón. El tercer elegido es Ñíguez. El extremo cerró el centro y Hernández cabeceó a la red. El árbitro señaló falta sobre el portero local.

Pasados esos cinco minutos, los roles quedaron bien definidos. La Cultural tendría el balón, una forma llamativa en algunas fases, aunque sin daño para la meta de Alfonso. Los leoneses son equipo de autor. De la Barrera, su técnico, siempre imprime un estilo definido a sus equipos. Lo hizo el año pasado en el exitoso paso por Segunda B de la Cultu. También lo hacía con el Guijuelo en un pequeño campo sintético. Técnico convencido del método, hay curiosidad por ver cómo se comportan los suyos en la competitiva Segunda.

La monotonía de la pelota en poder de los locales sólo fue rota por alguna galopada carbayona. A los 21 minutos, Fabbrini hizo una demostración exprés de lo que puede aportar al Oviedo. Recibió en su campo y se zafó de la presión con un elegante control. Ahí empezó su carrera, siempre con la cabeza arriba. Cedió en las inmediaciones del área a Aarón, que chutó con la zurda. Palatsi desvió como pudo. La jugada reveló el rol de dos de los nuevos. Fabbrini rebosa talento, ahora le corresponde a Anquela saber exprimirlo. César clavó su definición en la presentación: un futbolista diferente. Ñíguez es otra cosa, un extremo de los de antes, de pisar la línea y retar a su par. Encaja con el modelo Anquela. A Pucko, de momento, se le ven mejores intenciones que ejecuciones.

Christian gozó de una oportunidad clara en otro saque de esquina pero su cabezazo se fue cerca del poste. El balón parado parece asunto prioritario para Anquela. La primera parte murió con la única intervención de Alfonso en el primer acto: sacó con las yemas de los dedos un centro de Aridai.

La segunda parte mostró a un Oviedo renovado en nombres aunque con las mismas ideas, con el 4-2-3-1 en vigor y Asier en el papel de Fabbrini. Y con cambios naturales, como Linares por Toché o Berjón pisando la cal en vez de Ñíguez. El balón se repartió en el segundo acto y el Oviedo pareció crecer en el aspecto físico.

Christian volvió a aparecer en un córner para cabecear sin premio. La réplica la puso Iza: su disparo lejano encontró una buena estirada de Juan Carlos. A los 62 minutos, la más clara hasta el momento. Un error defensivo local dejó a Linares ante Jesús. Le fijó y chutó abajo, pero el portero tuvo sangre fría para despejar. Diez minutos después se repitió la escena. En esta ocasión, Yasser fue más rápido que el aragonés.

El partido se fue diluyendo con el carrusel de cambios y el Oviedo acabó sobre el campo con seis futbolistas del Vetusta, entre ellos la línea defensiva al completo.