Durante cinco minutos, Anquela quedó bloqueado. Miraba al tendido, resoplaba. El inicio del entrenamiento, basado en ejercicios físicos, lo dejó para sus ayudantes. La expectación estaba en la grada. El Oviedo había anunciado un entrenamiento de puertas abiertas en el Tartiere con varios elementos que invitaban a esperar una gran afluencia de público. Era festivo, Día de Asturias, hacía buen tiempo y, con el derbi a la vuelta de la esquina, había un buen reclamo. Pero lo vivido en el Tartiere superó las mejores expectativas: 2.500 aficionados azules se dieron cita en las gradas del estadio para apoyar a los suyos.

El equipo saltó al césped a las 10.45 horas, cuando el fondo norte presentaba un aspecto que recordaba al de cualquier partido. Los futbolistas fueron recibidos con cánticos y vítores. Pronto, un lema se apropio de la grada. El "¡A por ellos!" que ya sonó tras los partidos ante el Reus y Numancia volvió a convertirse en el himno oficioso de la semana del derbi. Mientras Anquela quedaba ensimismado, los futbolistas empezaron a ejercitarse sobre el césped.

Fue una sesión de una hora y media, aderezada por los cánticos de los seguidores. A las consignas para apoyar a los suyos se le unieron recordatorios al eterno rival. Los derbis son así. Al final del entrenamiento, los jugadores se acercaron al fondo norte para expresar su agradecimiento a los presentes. No faltaron los lesionados Johannesson y Edu Cortina, brazo en cabestrillo, que se unieron al grupo ante el reclamo de los veteranos.

Al final, el cántico más repetido volvió a entonarse desde la grada. El "¡A por ellos!" sonó a ensayo para el derbi.