Parecía un domingo diferente en Oviedo. Se veían muchas camisetas azules por la calle y eso que no era día de partido. La foto de perfil de whatsapp de muchos oviedistas cambió de forma repentina: Linares y Toché besaban con fuerza el escudo en el lugar que antes ocupaban familiares y parejas. Las redes sociales comentaban con satisfacción la jornada del día anterior. La resaca fue dulce en Oviedo. El club azul, el mismo que había sorteado en un par de ocasiones la desaparición, había completado su regreso con una cita con un tremendo significado más allá de los tres puntos en juego. Visitó El Molinón, fue mejor que su rival en muchas fases del encuentro y se marchó con una valiosa recompensa en forma de empate agónico. El punto es lo de menos, el empate incluía reivindicación y alegría a partes iguales. El Oviedo está listo para competir con los más fuertes de la categoría.

Refuerzo emotivo. Porque la lectura futbolística está necesariamente ligada al terreno de las emociones. El partido de El Molinón también se disputaba con el sentimiento. Con el "doble de corazón", en palabras de Arturo Elías. El club supo jugar con ese componente. El entrenamiento del viernes, de puertas abiertas para 2.500 fieles, fue una acertada decisión. Y Anquela también supo jugar con ello. El elemento emocional estaba controlado y sólo quedaba por decidir el futbolístico.

La puesta en escena. El Oviedo salió con aplomo. Hizo la primera falta, el brazo de Mossa contra Lora, y no se puso nervioso con la pelota. Parecía que todo estaba ensayado. Menos los detalles, elemento incontrolable. Marcó el Sporting y el equipo tuvo que dar un paso al frente. Atacar a un rival replegado es una de las cosas que más le cuesta a este equipo. La primera parte tuvo momentos y en los de debilidad, el equipo supo mantenerse agarrado al partido. Con una desventaja mínima, su oportunidad podía llegar en cualquier momento.

La intensidad. Es marca de la casa. Un elemento innegociable. Nadie se imagina un equipo entrenado por Anquela que no sea intenso, que no se deje el alma en cada balón. En la segunda mitad puedo comprobarse. No es que el plan de vuelo tuviera un cambio significativo. El Oviedo siguió con similares problemas en la construcción para atacar a un equipo encerrado en su campo, pero sí estuvo más hábil para hacerse con los rechaces. El Oviedo se hizo dueño de las segundas jugadas. En una propuesta de jugar de forma directa con los delanteros se antoja obligatorio que los balones sin dueño caigan de tu lado. Un mes después de empezar el curso, queda claro que los azules dañan a sus rivales cuando roban cerca de su portería. La propuesta mira más por la finalización que por la elaboración.

Acierto en los cambios. El Oviedo salió dominante en la segunda mitad, pero faltaba algo para dañar al rival. Chispa. En su primer vistazo al banquillo, Anquela vio la figura de Aarón Ñíguez, recuperado esa semana para la causa pero sin los kilómetros necesarios para disputar 90 minutos. Ñíguez fue el primero en entrar al césped con la impresión de que su irrupción también estaba prevista en el guión elaborado los días previos. Y su entrada al campo fue decisiva. Ofreció amplitud, descaro, asociación. Logró que el Sporting se echara un poco más atrás y lo intentó con centros desde la banda. El cambio de Linares también parecía previsto de antemano. Además de su facilidad para moverse en el área, el aragonés es un agitador. Un ingrediente perfecto en un ambiente tan caldeado como el vivido en El Molinón. Jugar con dos delanteros sirvió para fijar a los centrales y evitar que el Sporting saliera con comodidad desde atrás.

El mensaje. Pero el golpe definitivo llegó con el tercer cambio. Anquela quería más colmillo y decidió apostar por Owusu, otro delantero. Y un futbolista que apenas había medido en pocos entrenamientos. No le tembló el pulso al jienense para darle entrada por Carlos Hernández, central. Quería acumular más gente en el área. Al margen de lo que Owusu pudiera sumar en lo futbolístico, la decisión de Anquela llevaba implícito un mensaje: había que dar otro paso adelante.

El futuro. El primer mes de competición ha mostrado a un buen Oviedo, con sus claros y oscuros, pero con buena nota en el primer examen general. Esas sensaciones tienen como traducción práctica cinco puntos que dejan a los azules asentados en la zona templada, cerca de los puestos de honor, aunque aún sin meter los dos pies. No hay una desmedida ansiedad por coleccionar triunfos pero sí se quiere tomar cuanto antes esa vía. El botín es menor del merecido, se defiende desde el vestuario, mientras el campeonato se preparar para dejar al Oviedo en su sitio.