El Real Oviedo afronta el partido de esta tarde en el Carlos Belmonte con el aliciente de saber que si consigue una victoria se engancharía a los puestos más altos de la tabla cuando, como quien no quiere la cosa, se ha superado ya el primer mes de competición. Visto lo visto en Almería y en Gijón, y teniendo en cuenta el potencial del Albacete, los de Anquela parecen más que capacitados para conseguir el primer triunfo a domicilio del curso. Como esto es fútbol, y pese al favoritismo, los azules también pueden empatar o perder, pero lo que parece garantizado es que el rival va a tener que sudar sangre para poder puntuar ante un comprometido Oviedo que está implicando a la afición como no se recordaba desde los tiempos de Sergio Egea.

Anquela, un paisano y un gran técnico, ha caído de pie en Oviedo porque sabía perfectamente adonde venía. Gusta en lo futbolístico porque en su equipo no se negocia el esfuerzo ni la máxima intensidad desde el minuto uno al noventa. Y gusta en lo personal por su compromiso y alergia a la venta de humo. Con el jienense ya no hay lugar a la molicie consentida que tanto indignó a la hinchada el pasado ejercicio. Ese orgullo, ese valor y esa garra ilusionan, y más si, como está sucediendo, vienen acompañados de un fútbol más que estimable por un equipo que no está totalmente ensamblado y que seguro que va a ir a más según vaya avanzando la competición. Conviene no olvidar que este prometedor inicio de campaña se ha conseguido pese a la plaga de lesiones que ha asolado al equipo y que ha dejado en el dique seco a jugadores que iban a ser claves en el esquema del míster.

Una victoria esta tarde en Albacete sería un puñetazo encima de la mesa que confirmaría al Oviedo como uno de los gallitos de la categoría, como un firme aspirante al ascenso. Sin embargo, un resultado adverso no sería ninguna tragedia, sino un motivo para animar y apoyar con más fuerza al equipo si sigue en la línea de máximo esfuerzo e intensidad. Si algo bueno sacamos del largo periplo por las catacumbas del fútbol fue lo que se conoció como el "espíritu 2003", consistente en una comunión total entre afición y jugadores.

Esa complicidad que se vivió en el inolvidable entrenamiento previo al derbi en El Molinón, con 2.500 personas en las gradas, se la merecen unos tipos que sí nos representan, porque, empaten, ganen o pierdan, honran una camiseta histórica que, con la unión de todo el oviedismo, no tardará en regresar a Primera. Ojalá sea de la mano de Anquela.