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Exjugador y exentrenador del Oviedo

Mejor en el campo que en el banco

Desde siempre, la vida de Vicente González-Villamil está teñida de azul. Su padre estuvo a punto de formar parte de la primera plantilla del Real Oviedo, en 1926. Y él, desde que fichó por el Vetusta en 1967, hizo casi de todo en el club: jugador, técnico ayudante, entrenador y secretario técnico. Ahora es el presidente de la Asociación de Veteranos y una voz autorizada, que pide reconocimiento para el Grupo Carso y paciencia con el proyecto de Juan Antonio Anquela.

Una gran familia

"Nací en la calle Pelayo, el octavo de once hermanos. Mi padre, Adolfo, se había quedado viudo con tres y después tuvo ocho más con mi madre, Bene, de Benedicta. Los tres mayores nos protegieron y nos siguen protegiendo. Fueron, con mis padres, el pilar de la familia. Mi padre era abogado, pero no le gustaba y no ejercía. Trabajaba en el Instituto Nacional de Previsión. Pescador y cazador. Vivió mucho mejor que nosotros".

Fútbol por todos lados

"De pequeños nos dejaban jugar al fútbol en el Parque San Francisco, debajo del Bombé. Era un campo de tierra, con árboles. Cuando crecimos nos fuimos a la Plaza de España. Y luego, a un campo que llamábamos El Triángulo, donde ahora está el Instituto Femenino. Con 14 o 15 años también jugábamos en el equipo de los Dominicos".

"Había precedentes en la familia. Mi hermano Paco jugó en el juvenil del Oviedo y en Tercera, con el Condal y el Mosconia. Ya de mayor me enteré de que a mi padre le habían pegado una patada jugando con el Deportivo Oviedo y estuvieron a punto de cortarle una pierna. Algún amigo suyo me dijo que si no se hubiese lesionado habría estado en la primera plantilla del Oviedo, la de la fusión".

"Me hicieron socio con 8 años. Mi padre era amigo del padre de Toni Cuervo. Un día, de niño, nos los encontramos por la calle y Toni me saludo. Me hizo mucho ilusión porque yo siempre tiré mucho por la cantera".

El Tradecol, una escuela

"Un señor que se apellidaba Pombo, presidente del Tradecol, quiso llevarse a seis o siete de los Dominicos. Le dijimos que íbamos los once o nada. El Tradecol llegó a codearse con el Oviedo y la Juventud Asturiana. Después de los tres años en el juvenil decidimos hacer un equipo regional para seguir juntos. Al acabar esa temporada me llamó el Vetusta".

"En el Tradecol nos entrenaba un guardacoches al que llamaban Pin el Manco. No tenía el título, pero fue de las personas que más me enseñó en el fútbol. Pin era un hombre muy tosco, pero con un don especial. Hablaba de fútbol con una claridad increíble. Una vez me dijo: 'Si quieres defender bien, balón, tú y portería. Si defiendes mal es porque te colocas mal. Piénsalo'. Y todo eso con un vozarrón que impresionaba. Empecé jugando de lateral derecho, hasta que el padre Fermín me pasó a central".

Al fin, de azul

"Un día, Pin nos llama a Armando y a mí y, sin decirnos nada, nos lleva a la secretaría del Oviedo para firmar por el Vetusta. Cuando llegué a casa y lo conté, mi padre ni se inmutó. Era muy cariñoso, pero nada expresivo. Fue un gran salto. Llegas y te das cuenta de que son mejores que tú, que están mejor entrenados, que son más fuertes, más rápidos y se colocan mejor. Así que apliqué mi teoría: 'Vicen, hay que aprender y adaptarse. O te adaptas, o te echan'. Fui progresando hasta que me di cuenta de que empezaba a pesar: no me driblaban, robaba, todo el mundo me tenía respeto".

El salto aplazado

"Fui a la Universidad para hacer Químicas, pero lo dejé. Más tarde estuve en el Instituto Universitario de la Empresa. En casa no querían que dejara los estudios porque todos mis hermanos tenían carrera. Más que costarme, no pensaba en ello. Hubo un momento en que el fútbol me absorbía hasta demasiado. Iba a ver entrenar al Oviedo para estudiar cómo se colocaban los centrales".

"Di el salto al primer equipo con 22 años. Mi primer sueldo profesional fue de diez mil pesetas, de las de 1970. Hacemos la pretemporada y a mitad de agosto firmamos la ficha. Creía que me quedaba, pero el jueves antes de empezar la Liga el entrenador, Horacio Leiva, nos llama a mí y a Ventanova para decirnos que nos cedían al Langreo, que estaba también en Segunda. Resulta que el presidente del Langreo, Coto, era gerente del Oviedo. Una cosa muy rara".

"Por la tarde vamos al club y nos recibe Coto. Nos dice que el Langreo nos paga 50.000 pesetas de ficha y 5.000 de sueldo. Que no me preocupara por el contrato del Oviedo, que estaba firmado. Así que cobraba todos los meses 10.000 del Oviedo y 5.000 del Langreo, además de 120.000 de ficha de un lado y 50.000 de otro. Inexplicable".

"Fue un año en que aprendí latín. Te das cuenta de que hay vida fuera del Oviedo, que el fútbol es universal, que hay buena gente en todos los lados".

Regreso y a Primera

"Vuelvo al Oviedo con Eduardo Toba de entrenador. Nos reforzamos con Crispi, Juan María, Carrete y Bravo. A Toba le gustaba Chuso de central, pero también de medio. Debuto un rato en Mestalla y casi juego toda la segunda vuelta. Era difícil hacernos gol porque Lombardía estaba muy bien, arropado por Carrete, Tensi, yo y Juan Manuel. Por delante, Chuso e Iriarte, Uría en banda y Galán arriba. A veces jugaba Crispi y otras Juan María. Y Nico. Nos metían pocos goles, nos pusimos primeros y cuando nos dimos cuenta estábamos en Primera".

"Ese ascenso fue mi mejor recuerdo, pero un poco raro. En el penúltimo partido, contra el Zaragoza, con un punto subíamos y a ellos les bastaba el empate si después nosotros no perdíamos en Elche. Fue un partido muy raro, hoy día estaríamos en el ojo del huracán. Metimos un gol, cuando se había hablado de empatar a cero. El Zaragoza marcó al final y cuando acabó el partido ni nos abrazamos. Teníamos mal sabor de boca. Luego, cenando en el hotel, nos dimos cuenta de que estábamos en Primera y lo celebramos abrazándonos como tontos. Como si hubiésemos hecho algo malo".

Adaptarse o bajar

"Había una diferencia tremenda, en Primera me encontré con jugadorazos. Por ejemplo, Amancio, que era un fenómeno. Jugar en el Camp Nou o en el Bernabéu, me parecía algo majestuoso. Ya impresionaban vacíos. Pero después eran once paisanos contra once paisanos. Apliqué mi lema: o te adaptas o te echan".

"Al final de la primera vuelta hay un cambio de entrenador. Había tenido un problema con Toba y dejé de jugar. Llegó Barinaga y volví a ser titular".

Cruce de caminos

"Fuimos un equipo ascensor hasta la temporada 76-77, cuando nos quedamos en Segunda al perder con el Sporting en el Tartiere. En esa época el Sporting se reforzó mejor y nosotros no acertamos. La secretaría técnica no funcionaba bien. No nos renovamos como debíamos. Tuvimos un bache tremendo, con el añadido de la mala suerte de jugadores jóvenes nuestros que no llegaron donde parecía. Parajón, uno de los que más me gustaba, se murió en un accidente. Y otros que pensé que nos iban a dar mucho, se quedaron".

"El descenso a Segunda B fue un palo porque con aquel equipo tendríamos que haber peleado por el ascenso. Es verdad que a principios de temporada Quique Galán sufre una lesión grave y no tenemos otro punta que meta goles. No me planteé marchar y, además, había el derecho de retención. También porque me acababa de casar y mi mujer, Belén, abrió una farmacia. Afronto la responsabilidad de volver a Segunda".

"Fue una Liga complicada, el equipo no funciona hasta que se hacen cargo Diestro y José María, que era el que mandaba. José María tiene un sentido común tremendo. Era inteligente, sencillo, colocaba muy bien a la gente. El problema es que no acabamos de ponernos primeros".

"Aquel Tartiere lo recuerdo muy duro, con razón. Ascendimos de carambola, gracias al gol de Atilano en Miranda. Llega Nando Yosu y empieza a meter gente de la cantera. Estoy dos años con él y en el 81 me retiro porque el Oviedo no me renueva. Tengo una oferta de Yosu, que estaba en el Linares, de Segunda División. Me bailaban los ojos del dinero que me ofrecían. Pero mientras me lo estaba pensando, el Oviedo me hizo una oferta de segundo entrenador".

Nueva vida

"Tenía el título regional y me quedo de segundo con José Víctor. La transición fue sencilla, aunque me dolió porque creía que podía seguir jugando. Echaron a José Víctor y vino José María, el entrenador ideal para el Oviedo. No entendí cuando decidieron que no siguiera".

"Después de dos años de segundo, me mandaron a entrenar al División de Honor. Cuando llega Bango me ofrece ser secretario técnico. Le digo que no lo había hecho en mi vida, que es un salto grande y que me tiene que dar tiempo. Me contestó que no había problema, que tenía cuatro años de mandato y que iba a trabajar con él ese tiempo".

"La experiencia me gustó. Empezamos a movernos mucho. Íbamos en coche tres y cuatro al País Vasco para ver seis o siete partidos los fines de semana. Con bocadillos, todo muy austero. Al tercer año también tengo que entrenar al Vetusta. Después viene Miera y ascendemos los dos".

"Llega Eugenio Prieto y al acabar esa temporada me marcho porque no estaba de acuerdo con lo que pasaba en el club. Por desgracia, te enteras de muchas cosas que era mejor no saber".

Ida y vuelta

"A mitad del verano me llamó el presidente del Avilés, Pepe Frana. Sólo le puse dos condiciones, me dijo que sí, nos dimos la mano y en los tres años que estuve con él no firmé ningún papel. Después estuve tres años en Torrelavega, dos en el Marino, vuelvo a Torrelavega y en seguida me marcho porque no estaba de acuerdo con el presidente. Al que estaba allí de secretario técnico, Alvarito, lo ficha el Burgos. Me fui con él, una de las equivocaciones de mi vida. Cuando lo echan a él duro dos semanas".

"Después me llama Sabino López, que estaba en Las Palmas. Trabajé con ellos en la secretaría técnica tres temporadas y media, viendo rivales y futbolistas. Viajé mucho, un trabajo muy guapo".

"En 2002 me llamó Manolo Lafuente para el Oviedo. Tengo que coger el equipo porque Quique Marigil lo deja. El trabajo fue bueno, los chavales respondieron, pero no acabamos de encauzar. Sólo cobré el primer mes, como los demás. Fue muy duro porque la gente no lo entendía, y con razón".

"El problema de impagos era gordo. Vino el Madrid a jugar la Copa, con una gran entrada. Al día siguiente creíamos que nos pagarían una nómina. No cobramos. ¿Dónde iba el dinero?".

Sólo un Oviedo

"Al final cobré sólo el tiempo que entrené. El resto no lo quise. Lo del descenso a Tercera no lo entiendo. ¿Por qué no firmaron los avalistas, como habían dicho? Sigo diciendo que los jugadores no fueron los culpables. Oli perdonó el 50 por ciento. ¿Quién hace eso? Yo creo que se equivocan al no pagar y echar al equipo a Tercera. Y luego se equivoca el Ayuntamiento".

"Cuando inventa el ACF, le dije al alcalde que no me parecía bien. 'Es que el Oviedo va a morir', me decía. Pues que muera. Ahí es cuando tiene que entrar el Ayuntamiento. Aquello fue exclusivamente político: derecha e izquierda".

"Entiendo que Berto fichara por el Astur. El Oviedo no le llama y va porque le prometen un puesto de trabajo. Había entrado en un negocio que le había salido mal y tenía problemas. Gracias a eso tiene hoy en día un puesto de trabajo. No puedo entender que siga habiendo salvadores de la patria. Aquí el único salvador fue el que puso las perras para jugar en Tercera. ¿A quién compró Lafuente el club por un euro?: a Celso González. Si Hacienda hubiese querido, el Oviedo desaparecía".

"Cuando más miedo pasé fue en la anterior ampliación de capital. Por mucho que hubiéramos conseguido dos millones, en junio habría que hacer otra ampliación. Era pan para hoy y hambre para mañana. Para mí fue el peor momento de la historia del club".

Paciencia y gratitud

"Al Oviedo actual lo veo irregular. Un rato bien y otro mal. Pero dentro de la irregularidad, me gusta. Tiene mucho margen de mejora. Seguro que en cuanto se recuperen los jugadores del medio campo será muy compacto. No es normal que se lesionen tres jugadores importantes en la misma zona. Y ojalá que para la segunda vuelta nos fichen a un punta diferente".

"En cualquier caso veo al equipo mejor que la temporada pasada. Hay que tener paciencia, cerrar heridas y estar tremendamente agradecidos al Grupo Carso, que es el que nos ha salvado".

El desgaste vital

"Dejar el fútbol es más fácil de lo que parece, aunque cuando murió Belén me agarré a él para seguir adelante. No hay nada como jugar porque todo depende de ti. Los otros cargos son bonitos, pero muy duros. Seguí haciendo deporte, pero no juego un partido desde hace cuatro años, cuando fui con los veteranos a Luarca y al volver casi no podía cambiar de marcha en el coche. Llegué muerto a casa. Hace poco me operé de una cadera. Está todo muy gastado, la vida no perdona".

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