No acaba de cuajar el equipo ni de hacer un partido redondo durante noventa minutos, de esos que refuerzan la comunión entre la grada y el césped. Las razones de este primer cuarto de temporada gris seguramente son varias. Las ausencias de jugadores llamados a marcar diferencias tienen su influencia en este arranque de liga irregular pero sería muy pobre escudarse en esa disculpa. Pasadas doce jornadas, el estreno al Rayo Vallecano se ha tornado en paradigma de lo que va de Liga: un comienzo ilusionante abortado por despistes y fallos defensivos que, como es costumbre, el Real Oviedo paga caros, muy caros.

Da la impresión de que el equipo azul todavía busca el guión, la partitura adecuada que le permita exponer las aptitudes y capacidades de sus jugadores. Nadie puede discutir que Juan Antonio Anquela se desgañita en la banda pero no es menos cierto que a estas alturas no hay una columna vertebral definida e incontestable, alrededor de la cual se pueda construir cada domingo un once de garantías. Por si fuera poco, ni la lesión del hombre gol, Toché, ni la buena marcha del eterno rival contribuyen a elevar las dosis de optimismo azul en esta fase de la temporada. Afortunadamente, el campeonato no ha hecho más que empezar y queda margen más que suficiente para recobrar el pulso en una temporada en la que los puestos de arriba estarán más caros que nunca a tenor de lo visto hasta la fecha. Si otros años la igualdad era la nota diferencial de la categoría, en esta temporada la calidad media de los equipos cotiza al alza lo que desembocará en una clasificación mucho más cara a final de curso.

En medio de este panorama, aparentemente nada halagüeño, el partido frente al líder, el Lugo, se presenta como una oportunidad para remontar el vuelo. La empresa no será fácil. Los lucenses saben a qué juegan y están muy bien colocados en el campo, asignatura pendiente de un Real Oviedo que ya evidenció sus debilidades en el encuentro frente al Zaragoza, cuando un rival que perdía 2-0 mereció llevarse los tres puntos en una segunda parte en la que los azules fueron claramente superados pese a jugar en el Tartiere.

Toca arremangarse y tirar entre todos del carro, cada uno en su terreno: para empezar,los jugadores sobre el césped, el equipo tiene que encontrarse; la afición, en la grada, como viene haciendo desde el inicio del curso, afrontando los reveses sin caer en el nerviosismo y el desánimo; los responsables directivos, trabajando para corregir las debilidades descubiertas en las doce jornadas que van del campeonato. De la buena respuesta de esta triple combinación dependerá el derrotero de una temporada en la que nada está perdido pese a la sensación de bajón que impregna el entorno azul en estos momentos. No es mala inspiración la lección de entereza de Santi Cazorla, uno de los nuestros, que afronta la adversidad con la mejor de las disposiciones y la más cálida de las sonrisas. Ánimo y adelante.