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De sombras alargadas

El injusto ensañamiento con Juan Carlos

Vivir a la sombra de un mito es muy cansado y brutalmente injusto. La lupa es tan quisquillosa que quienes la utilizan se alejan de la realidad con bastante asiduidad. El ruido de los análisis subjetivos y la comparaciones desvirtuadas acaban por perjudicar al futbolista en cuestión y, lógico, también al equipo.

Juan Carlos lleva viviendo bajo la lupa del "Estebanismo" desde que se vistió de azul. Gran parte de la afición jamás ha confiado en él. Nunca le dieron tregua. Ni siquiera la temporada pasada, cuando fue uno de los pilares que soportó el peso del indigno equipo de Fernando Hierro.

A Juan Carlos se le aplaude poco sus muchos aciertos y se le señala mucho por sus pocos fallos. Esa lupa enseña errores de bulto que se magnifican, simplemente, porque es un hombre que nunca ha tenido el cariño de la grada. Errores intrascendentes que un portero poco cuestionado comete a diario y que no genera tanto rechazo. Errores crónicos que cometen jugadores de campo, que inciden tanto o más en el resultado final y que nunca fabrican tanto debate tóxico.

La última diana, en Pucela. Un mal blocaje que da lugar a un córner que acaba con el primer gol del Valladolid. Sentencia de muerte para el portero. No para el despistado Carlos Hernández y su falta de anticipación. No para una defensa que hace aguas a diario. Por ir más allá, no para un Berjón que, de momento, aporta más filigranas que peligro real. No para un Folch que es incapaz de dar un pase valiente que supere los dos metros. Los males del Oviedo tienen un único y gran culpable: Juan Carlos.

Lo peor de todo es el argumentario peregrino del crítico por excelencia. Los tópicos típicos del odiador, del cuñado. Si el 42 % de los disparos a puerta son gol: culpa de Juan Carlos. Si le encajan una falta: error de colocación. Si comete un error en el despeje: malo en el juego aéreo. Si sale pero rectifica poco después: transmite inseguridad. Seguramente el guardameta del Oviedo también tenga una gran responsabilidad en los errores de los tornos del Tartiere, en el mal estado del césped y hasta sea cómplice de la muerte de Chanquete. Las balas están cargadas de antemano y el gatillo listo para dispararse a la mínima.

Es justo reconocer que el balear lleva varios partidos lejos de dar un nivel óptimo. Y aquí conviene una reflexión. ¿Cuánto influye en el futbolista, persona y no robot, que tu propia familia te pite? ¿Cuánto repercute en el estado de forma de Juan Carlos que cada domingo se sienta señalado sin ser, casi todas las veces, el culpable de los errores del equipo? ¿Por qué pitamos a los nuestros? ¿Por qué no aprendemos de una vez por todas?

Estaría bien pensar que los vaivenes del equipo de Anquela van más allá de un mal blocaje o una mala salida. O de un penalti fallado. Estaría bien centrar las miradas, ya que estamos, en otras áreas del club que precisan una mayor urgente solución. Estaría bien abandonar las presas fáciles y apoyar a los que luchan día a día por sacar adelante al equipo. Estaría muy bien, llámenme loco, apoyar a nuestro portero y no silbarle cada partido.

Ah, por cierto, menos mal que Esteban ya no puede ser titular. Si no habría matraca para la eternidad.

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