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De cabeza

La gripe

Seguir un partido del Oviedo bajo los efectos del paracetamol

La gripe

Vi el partido del Oviedo contra el Lorca invadido por la gripe y la fiebre. Los virus son defensas pegajosos susurrándote al oído: olvídate del balón, lo que es hoy, ni lo vas a oler. Y tanto. El olfato es uno de los sentidos que primero pierdes en estos casos. Con la misma perseverancia que Gentile con Maradona o Carrete con Cruyff pero evitando comparaciones, claro está, yo soy un don nadie. Como mucho, un crack del entusiasmo o de la agonía. Según me hago mayor, tiendo a perder por el camino los términos medios.

Vi el golazo de Rocha (una injusticia convertida en belleza, pues no había sido córner) con la mirada vidriosa y los oídos difusos. Sometido a una escisión insufrible: era incapaz de celebrar el gol, pues las fuerzas del griposo se reducen a tratar de toser de la forma menos lesiva para el torso. Y privilegios del estado febril, antes del primer gol intuí que el partido iba a ser una victoria para el Oviedo y que por fin los azules se iban a parecer a esos equipos que ganan fuera de casa con naturalidad, como si fuese un ejercicio rutinario. Sin recurrir a la buena suerte o a los milagros. La intuición me llegó de las circunstancias. Es como alguna de esas epifanías o pequeñas justicias poéticas que en las novelas de Dickens acaban empujando a sus protagonistas lejos de la desgracia. Durante las primeras jornadas se había extendido la idea de que el Oviedo tenía menos puntos de los que se merecía. Una entelequia, la verdad, pues merecer en fútbol no sirve de nada. Se entendería mejor si se dijera que había recibido menos de lo que había entregado. Como los aficionados somos tan egocéntricos y nos creemos, llegado el caso, cualquier superstición, salí de la cama a ver el partido convencido de que por estar enfermo no me iba a dejar el Oviedo en la estacada. Más infantil a mi edad no se puede ser. Y menos mal que los augurios se cumplieron, no me quiero ni imaginar un fin de semana a base de paracetamol y después de haber perdido tres a cero en Lorca...

Con la gripe ves las cosas con retardo: las anticipaciones y despejes de Forlín me llegaban cuando la hinchada celebraba un control o un amague de Berjón. Ver las acciones de un partido con cierto desfase te aporta perspectiva. Los estados excepcionales son carne de introspección. Con la fiebre prácticamente vencida y la tos y la congestión nasal todavía un poco a rastras, mi conclusión es que el Oviedo está a punto de ser un equipo normal: lo que Anquela conoce como un buen equipo. Yo lo llamo "normal". Será el desfase.

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