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Toda una vida

"Tengo la sangre azul, llevo al Real Oviedo en mi ADN"

"No sé si influyó que fuera de la cantera o hijo de Falín, pero a veces me silbaban, cuando jugaba de pena y no daba ni una"

"Tengo la sangre azul, llevo al Real Oviedo en mi ADN"

Santiago García Barrero no lo tuvo fácil en el fútbol, pero nada comparado con los golpes que le dio la vida. Su carrera estuvo salpicada por lesiones de todo tipo y, una vez retirado, la carretera le puso al borde de la muerte. Como, por encima de todo, le gusta el deporte, sigue moviendo su maltrecho cuerpo. Ser hijo de Falín no le sirvió para ser profeta en su Oviedo, pero lo lleva en la sangre: "Mi padre, Falín, jugó 11 temporadas en el primer equipo, y mi tío Emilio, 17 . Fueron futbolistas de leyenda. Yo empecé a jugar en alevines a los 8 años y seguí en el club hasta los 26. Llevo al Real Oviedo en mi ADN".

Eterno capitán

"Mis padres llevaban la cantina del Vasco, la estación término. Presumo de haber ido en un tren de vapor, con dos maquinistas que se llamaban Fausto y Canor. Echaba paladas de carbón en el tramo Oviedo-Fuso de la Reina".

"Mi padre también trabajaba en el Instituto Nacional de Previsión, al lado de la estación. No lo vi jugar porque se retiró del fútbol en 1963 ".

"Mi infancia giró alrededor de un balón. Jugaba en los Maristas, en La Herradura y los fines de semana en una finca de la familia en Cabueñes".

"Mis padres nunca iban verme jugar ni entrenar. Cogía el bus para ir a Colloto. Soy el cuarto de siete hermanos, dormíamos cuatro en una habitación. Heredaba la ropa y los libros de mis hermanos mayores. Casi me cuidaban más ellos que mis padres, que no podían".

"No sentí nada especial cuando me llamaron para el Oviedo. Me gustaba porque iba con amigos como Tino, Alustiza o Santi Blanco. De lo que más puedo presumir es que fui capitán de todas las categorías del Oviedo".

Feliz en El Nora

"Los primeros entrenadores que tuve fueron Regino, Marcelo, Julio Frutos, Paco Saavedra y, ya en juveniles, Pichi Naves".

"Si me preguntan cuando fui feliz en el fútbol, siempre contesto que un domingo por la mañana, en El Nora, en un partido de Liga Nacional Juvenil. Teníamos un equipazo y con Pichi Naves era capitán general".

"Mis padres nunca me vieron jugar. Igual fueron una vez a Palencia y otra a Logroño, pero de pequeño no. Como mucho, cuando llegaba a casa mi padre me preguntaba qué tal. Nunca sentí esa ausencia de padre. Tenía que trabajar y me decía que tenía que buscarme la vida".

"No hacía falta que me dijeran que tenía que estudiar. Tanto mi padre como mi madre, María Teresa, me dieron máxima libertad y máxima responsabilidad".

"Nunca creí que iba a ser futbolista profesional, pero con 18 años aparece la norma de alinear obligatoriamente a los sub-20 y de repente tuve que ir con el primer equipo".

En casa, uno más

"En casa no tenía ningún privilegio por jugar al fútbol. Me tocaba limpiar el bar como a mis hermanos, o hacer la cama. La diferencia era que los fines de semana marchaba a un sitio u otro".

"Con el juvenil jugábamos en El Nora. Con el Vetusta, en el Tartiere. Es bueno que los chavales vivan la atmósfera de un campo grande. Mi primer partido en el Tartiere fue contra el Barakaldo, que ganamos 3-0. Si palmábamos en casa nos echaban a todos. Éramos un equipo muy justito en una categoría complicada. Yo era un jugador limitado, pero encima no entré en un equipo ganador".

"Mi segundo partido fue en Mendizorroza y acabé con una perforación intestinal. Estuve a punto de ser la primera persona que palma con la camiseta del Oviedo. Ocenda me dio un codazo fortuito en el estómago. Si llego a viajar con el equipo, no lo cuento. El médico, Leandro Pertierra, recomendó que me quedase allí. Esa noche sufrí una peritonitis. El Alavés se portó muy bien. Pasaron a verme Ocenda, Señor y Valdano".

Carrera de obstáculos

"Por eso digo que mi vida deportiva fue una carrera de obstáculos. En mi primera temporada ya estuve seis meses parado".

"En la siguiente jugó Pantoja, cedido por el Castilla, más que yo. Pantoja era muy cachas, una bestia física, ideal para jugar en un campo embarradísimo como el Tartiere".

"Tengo buen recuerdo de todos los entrenadores, hasta de los que me pusieron más dificultades. Fui buen compañero siempre, cuando jugué y cuando no".

"Estudié Empresariales, me licencié en Marketing y Gestión Comercial. Siempre a trancas y barrancas, pero no lo quise dejar porque nunca tuve la seguridad de que al año siguiente iba a seguir siendo futbolista".

"Mi primer sueldo fue de unas 40.000 pesetas. Fue la única época en que fui rico porque vivía en casa. Todo era para mí".

Resultadismo

"Todos los aficionados son resultadistas. Vas perdiendo 0-2, te cambian y te silban fijo. Sales con 3-0 y se levantan para aplaudirte. Con la misma actuación. Se suponía que teníamos que subir y la decepción con el equipo era permanente. En ese ámbito de decepción generalizada estaba yo. No sé hasta qué punto influía que fuera de la cantera, o hijo de Falín. El problema es que a veces jugaba de pena. Me silbaban porque no daba ni una".

"Me cedieron al Palencia por decisión del presidente, Daniel García Yagüe. Según él, tenía que espabilar. Fue una decepción porque el entrenador, Luis Costa, contaba conmigo. En la pretemporada jugué, pero de un día para otro decidieron que me tenía que marchar".

"No me dieron opción. Era Palencia o nada. Marché con Castro y Ondina. Y el Sporting cedió a dos, Camuel y Tocornal. Tuvimos un equipo muy prestoso, lo pasé muy bien y tengo amigos para toda la vida en Palencia. Cuando acabé la temporada no volví a casa, seguí por allí unos días de fiesta. Tengo muy buen recuerdo de aquel año".

"En Palencia tuve de entrenador a Touriño. Y luego Pérez García, hermano de aquel lateral del Logroñés. Me lesioné, pero jugué bastante. Me salió bien, la prueba es que volví al Oviedo".

Más panorámica

"Con José Luis Romero jugué mejor que nunca porque me puso en mi sitio: en el centro, por detrás de los puntas. Tenía más panorámica y participaba más".

"Jugamos muy bien los dos años de Romero. En el centro estábamos Tomás, Berto y yo. No subimos, pero jugábamos bien y ganamos la Copa de la Liga, el único título oficial que tiene el fútbol asturiano. Metí los dos goles de la final, el del Tartiere (1-0) y el del 1-1 en el Calderón".

"Disfrutaba mucho del fútbol, de lunes a sábado era el hombre más feliz del mundo. Después había que viajar a Huelva o a Albacete, botaba picuda y no ganábamos un partido. Fuera de casa era imposible ganar y en casa sufríamos. Teníamos un equipo muy justito para la categoría"

"Jugaba más presionado en casa. Si nos metían un gol en el minuto 5, lío. Me afectaba, pero me hizo más fuerte".

"Las estadísticas de partidos jugados son muy relativas porque tuve muchas lesiones. No me pude romper nada más: cejas, nariz, dientes, dedos, cuádriceps... En un Enma Cuervo, cuando andaba como un avión, me hizo una entrada Juan José, del Cádiz, y me rompí el tobillo. Después Núñez, del Murcia, el otro tobillo".

La hora de Primera

"Me marché en 1987. Sé que Miera quería que siguiese, pero yo estaba un poco quemadillo y tenía ofertas de Primera. Chuchi Aranguren, el entrenador del Logroñés, me quería. Bango me ofreció el mismo contrato que a Berto, cuatro temporadas. Pero decidí probar fuera de casa".

"Sabía que todos los años había equipos interesados por mí y la gente decía: 'donde va a ir este chaval'. Así que me dije: 'hasta aquí hemos llegado'. Desde Carrete no se había marchado ningún asturiano de la cantera a un equipo de Primera".

"Era el primer año del Logroñés en Primera. Coincidí con Setién, Lotina, Sánchez Lorenzo, Abadía... El segundo año fichan a gente de prestigio, como Sarabia, Ruggieri, Alzamendi...".

"Aquello era una fiesta. Perdíamos 0-1, sonaba la charanga y el aúpa, aúpa Logroñés. Yo preguntaba que cómo no nos insultaban y tiraban almohadillas. Fue un soplo de aire fresco porque la gente estaba muy volcada con el equipo. En Primera se jugaba mucho mejor, el balón botaba bien y los contrarios daban más margen".

"En la segunda temporada del Logroñés me entrenó Irureta, que al año siguiente fichó por el Oviedo y me quería traer con él. Le dije a Romero, que llegaba al Logroñés, que lo sentía pero que me iba al Oviedo. Al final no se concretó. No sé por qué, ni quiero saberlo, pero me sorprendió".

"A última hora llegó una oferta del Levante. Era volver a Segunda, pero tenía un equipo competitivo. La temporada acabó bien y tuve muy buena relación con los chavales de allí".

"Tenía otros dos años de contrato, pero subió el Avilés a Segunda A y Vicente, con el que había jugado, me llamó. Era la oportunidad de volver a casa, estar cerca de la familia. El primer año hicimos un milagro al mantenernos. Hicimos una segunda vuelta increíble con Monchu y Torres, cedidos por el Sporting".

"El Muro de Zaro se llenaba. Parecíamos un equipo turco por el ambiente. Disfruté porque era una caldera. En la segunda temporada marchó gente importante, nos metimos en seguida abajo y descendimos. Seguí en Segunda B porque tenía contrato y ya empezaba a mentalizarme de que había que buscar otra cosa".

"Volví a jugar con 34 años media temporada con el Lealtad. Fui porque me llamó el entrenador, Iñaki Artabe. Apenas iba a entrenar. Me prestó mucho jugar en Les Caleyes".

Dulce transición

"Al día siguiente de dejar el fútbol profesional me puse a trabajar. Primero en ING, después en Merril Lynch. Me registré en la Bolsa de Nueva York. Estuve cinco años en Madrid. Intentaba venir los fines de semana. Seguí haciendo deporte".

"La transición no me costó nada. Tenía clarísimo que el fútbol era una etapa acabada y, además, seguí jugando con los amigos. Tenía ganas de hacer otras cosas. Andar por el monte, en bicicleta, piragüismo, boxeo...".

"En 1999 tuve un accidente de tráfico muy grave. Iba un lunes muy temprano a Madrid. Llovía mucho, hice aquaplaning, me entró el quitamiedos por la puerta del copiloto y me cortó la pierna derecha, me la dejó colgando. Salvé que estaban los bomberos libres porque me sacaron con métodos de excarcelación. Me salvaron la pierna. Al principio me decían: 'a ver si vives'. Había el peligro de amputar, pero yo les dije que me la dejasen ahí. Me operó Alfonso de la Vega, que me salvó la vida y la pierna. Después tuve otras dos operaciones, con el doctor Pedro Guillén y Sánchez Lorenzo".

"Salió bien. Dentro de que estoy muy limitado hago vida normal. Estuve dos o tres meses escayolado y después la rehabilitación con Barreto. Mi preocupación era hasta donde podía mejorar. Me operó la segunda vez Pedro Guillén y una tercera Sánchez Lorenzo. Apuré mis posibilidades".

"Ahora voy a clases de boxeo en el Gimnasio Ayala. O cojo una piragua y me presta por la vida. Juego al golf cada dos meses. Otros días, al paddel. Me gusta todo. No pude ir al Kilimanjaro porque me operé hace dos meses de un cáncer de próstata".

"En 2002 monté en Oviedo con mis socios un despacho, una empresa de asesoramiento financiero independiente (Eafi)".

"Tengo dos hijos, Álvaro y Cristina. Álvaro jugó al fútbol en el Vallobín. Iba a verlo y le decía que era mucho peor de lo que en realidad era. Prefería que fuese ingeniero a futbolista porque el fútbol es una lotería. Ahora es ingeniero y le va muy bien".

Diez bertos y un portero

"La crisis de 2003 lo viví en la distancia. Quería que sobreviviese el Oviedo, pero nunca tomé partido por un lado ni por otro. Nunca fui a San Lázaro, ni a quitar nieve al Tartiere. Estaba al margen".

"Me duele la gente que quedó estigmatizada. Berto es el mejor jugador vivo de la historia del Oviedo. Tendrían que jugar diez bertos y un portero. Si alguien metió kilómetros con esa camiseta fue él. Fue un compañero ejemplar y el mejor en el campo. En 2003 hizo lo único que podía para dar de comer a su familia. Vamos a suponer que hizo una declaración equivocada o a destiempo. ¿Pesa más esa declaración que todo lo que hizo con la camiseta del Oviedo?".

"Al Tartiere voy una vez cada tres semanas, cuando estoy por aquí. Me encanta que vaya bien, pero a veces prefiero hacer otras cosas. Eso sí, máximo apoyo a la gente que lo dirige, que pone el dinero y el esfuerzo".

"Estoy de acuerdo con José María. Los ex sólo tenemos que apoyar. Mi aspiración como canterano es que hubiera un porcentaje alto de jugadores de la casa".

"Estuve en Cádiz animando y celebré el ascenso. Me encantaría que subiese a Primera y que hubiera más gente de la cantera. Tienen que generar valor añadido, no puedes vivir solo de traer gente de fuera. Yo entiendo que la prioridad es el ascenso, pero no es incompatible con generar valores locales".

"En Segunda División juega el líder contra el colista y no tengo ni idea quien es uno y otro. Son todos los partidos a cara de perro, igualadísimos. Ya nadie queda ensimismado por ver un campo como el Tartiere. Ojalá pudiese mandar un mensaje de que este año sí, pero veo partidos de 1-0 o de 0-1. En una racha de nueve puntos te pones arriba o abajo".

"En su día me hablaron de entrar en el Oviedo. Nunca digo de este agua no beberé, pero de momento estoy al margen. Quizá en una época en la que esté más relajado, en otras circunstancias. Ahora mismo tengo la vida muy llena y muy divertida".

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