En esta época de felicidad y purpurina que vive el Oviedo, arrollador con el balón y con las cuentas, a Juan Antonio Anquela no le queda otra que plantarse ante un micrófono y tratar de podar la euforia. No va mucho con él tener que simular nada, pero no tiene opción. Las ha visto de tantos colores en Segunda que sabe que celebrar algo en diciembre es escupir hacia arriba y que él es el primero que tiene que guardarse el pecho, al menos públicamente, no vaya a transmitir el mensaje equivocado y vayan sus muchachos a relajarse. El técnico del Oviedo sabe, porque lo lee y porque lo ve, porque lo palpa cuando va a las peñas y lo siente cuando escucha a un accionista pedir su inmediata renovación, que el oviedismo está más entusiasmado que nunca con él y con el proyecto que lidera. Porque este Oviedo, a ojos de una parte mayoritaria de la afición azul, es principalmente el Oviedo de Anquela.

"No veo a nadie eufórico", dice con aparente poco convencimiento. "Yo desde luego no tengo ninguna euforia", matiza acto seguido, "la euforia es empezar a equivocarse", añade. La euforia es un ingrediente natural en el fútbol, deporte más pasional que racional, guiado principalmente por sentimientos. De eso el Oviedo sabe un rato. Los datos, sin embargo, dan la razón a los oviedistas que la tienen. Porque se sabe que van cuatro victorias seguidas y que el Oviedo busca la quinta. Y resulta que poniendo el retrovisor a la caza de una racha similar en el fútbol profesional aparece un Oviedo de recuerdo muy feliz: el de la 1987-1988, la última temporada del ascenso. Aquel de Vicente Miera fue el último Oviedo en encadenar cinco triunfos consecutivos en el fútbol profesional. ¿Y qué pasó aquel año? Que el Oviedo ascendió a Primera División y los oviedistas abarrotaron la autopista "Y" y pusieron patas arriba la ciudad en una memorable celebración.

El Oviedo hoy está, por tanto, a punto de pasar por una meta volante importante. Igualar cualquier cosa de aquel equipo siempre es un buen camino. Anquela y sus muchachos persiguen el mismo objetivo que Miera y los suyos, que entonces cantaron bingo desde la jornada 10 a la jornada 14. ambas incluidas, de forma ininterrumpida. La secuencia fue así: 0-2 al Sestao (jornada 10), 5-2 al Recreativo (jornada 11), 0-1 al Xerez (jornada 12), 4-0 al Hércules (jornada 13) y 2-4 al Granada. Andalucía, ya se ve, se le daba bien a aquel Oviedo. La racha se cortó con un empate (1-1) ante el Deportivo en la jornada 15.

"En el fútbol no hay semanas tranquilas", insiste Anquela, que, ahora que van bien las cosas y el entorno está tranquilo, repite el mismo mensaje en las ruedas de prensa una y otra vez, imprescindible como cree mantener la tensión. "No ganamos a nadie con el nombre. Si no estamos en nuestro nivel no podemos ganar a nadie". Consciente del favoritismo azul, Anquela corta por lo sano: "Va a ser un partido competido y reñido. La Cultural es un rival dificilísimo que lleva las mismas derrotas que nosotros", y no se refugia en el césped: "Me preocupa, pero no hay que darle más vueltas".

Deportivamente, el jienense lo tiene claro. Repetirá el sistema de cinco defensas que tan buen resultado da y como obligada novedad dará carrete, salvo improbable sorpresa, a Aarón Ñíguez, perfectamente recuperado, en sustitución del expulsado Yeboah. Con Viti no se forzará.

Se espera, por lo demás, que el Tartiere presente quizá la mejor entrada de la temporada, víspera de Nochebuena y con el equipo arriba. Habrá, además, más de mil aficionados de la Cultural en las gradas. Después el equipo se irá de vacaciones y será hora de hacer balance. "Ahí hemos estado, con nuestros altibajos y nuestras historias, pero eso se hace a final de temporada. A ver si somos capaces de ganar", concluye Anquela.