Arturo Elías comenzó su tarde en el Tartiere dando unos toques al balón, como si fuera a salir a jugar en el once inicial de Anquela, y acabó en el centro del campo municipal bailando la "haka", la popular danza islandesa, perfectamente sincronizado y mirando hacia el fondo norte. Hacia la grada de animación, donde se asientan los Symmachiari, y aguantando estoicamente la intensa lluvia. Estaba exultante, muy contento. Siempre con su bufanda azul al cuello. Luego llegaron los abrazos y las felicitaciones especialmente al héroe de la tarde a Mossa, mientras que se coreaba el nombre del jugador desde la grada. Elías, yerno de Carlos Slim y máximo accionista de Carso el grupo que tiene el control del Oviedo, exprimió al máximo su fugaz viaje por Asturias y dejó al Real Oviedo al borde del ascenso directo a la Primera División. Un fin de semana redondo para el empresario.

Eso sí, el partido lo siguió desde un palco privado, de esos que llaman VIP ("very important person"), rodeado de su familia. De sus hijos y de su esposa, de los que solo se separó para bailar como uno más la "haka", integrado totalmente en el ambiente, en el equipo y con los aficionados. Fue Linares el que lo fue a buscar para que se uniera a la danza. Aceptó de buena gana.

Al mexicano también se le vio picoteando en el extenso catering que se sirvió al descanso en las entrañas del Tartiere, solo para los asistes al palco, y estuvo charlando amigablemente con empresarios y políticos de la región, compartiendo chascarrillos, risas y comentando las mejores jugadas de la primera parte. Entre las bandejas de comida que se sirvieron había productos de lo más diverso. Desde productos tan asturianos como el chorizo a otros tan exóticos como el sushi, además de todo tipo de pinchos y tapeo. Para aderezar no faltaron los refrescos, el vino o la cerveza.

Del empresario no se separaron ni el presidente del Real Oviedo, Jorge Menéndez Vallina, ni el representante de Carso en el equipo azul, el también mexicano, Joaquín del Olmo. Junto a ellos se le vio a pie de campo comprobando el estado del césped antes de que el derbi arrancara y dando algún que otro pelotazo durante el calentamiento del equipo, que, finalmente, siguió desde el túnel de vestuarios con algunos de los no convocados, entre ellos el italiano Valentini o el nuevo fichaje del conjunto azul, el colombiano Olmes García, que se quedó fuera de la convocatoria. El mexicano se movió como Pedro por su casa en el municipal ovetense.

El derbi recuperado en el Tartiere después de tantos años provocó que el palco se vistiera de gala y que colgara el cartel de "no hay billetes". La ocasión lo merecía. Entre los ocupantes predominaban los tonos oscuros, poco azul, aunque todo acabó en fiesta también por esa zona de la grada. "Cuando marcó el Sporting se notaba algo de tensión, pero cuando remontó el Oviedo el ambiente se volvió más distendido y más relajado", aseguró uno de los asistentes al palco.

Compartieron esos asientos de privilegio empresarios, entre ellos el presidente de la Cámara de Comercio de Oviedo, Fernando Fernández-Kelly; políticos, como el alcalde de Oviedo, Wenceslao López; o representantes de la iglesia como el arzobispo, Jesús Sánz Montes. Este último destacó, en cuanto el árbitro pitó el final, la deportividad con la que se había jugado el encuentro. A algunos directivos carbayones se les vió muy emocionados al término del derbi.

Arturo Elías volverá hoy a México tras haber pasado tan solo dos días en Asturias. "Regresará para el ascenso", aventuraban algunos de los ocupantes del palco.